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EL CUIDADO DE SÍ DE LOS JÓVENES: REVISIÓN SISTEMÁTICA CON MIRAS A SU RECONOCIMIENTO
COMO SUJETOS SOCIALES Y POLÍTICOS
PRECEDENTE 2024 VOL. 25 / JULIO-DICIEMBRE, 17-42. CALI – COLOMBIA
protestar, incluso cuando los adultos intentan interponerse en sus propósitos.
Como ejemplo, el estallido social de 2021 fue impulsado por jóvenes que
manifestaron su descontento, la mayoría de escasos recursos, con bajo nivel
educativo, provenientes de barrios populares y de hogares altamente vulnerables.
A manera de conceptualizar el cuidado, es importante señalar que esta
noción inicialmente fue desarrollada por académicas (Gilligan, 2013) y ha
experimentado un notable enriquecimiento en las últimas dos décadas gracias a
importantes propuestas provenientes de Latinoamérica que formulan el cuidado
como derecho humano “a cuidar, a ser cuidado y a autocuidarse” (Pineda, 2019).
Frente al derecho al cuidado, la República de Argentina solicitó ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos una opinión consultiva sobre su
contenido, alcance e interrelación con otros derechos. Esta iniciativa busca
dilucidarlo como un derecho fundamental que abarca el derecho de las personas
a cuidar, a ser cuidadas y al autocuidado, y que de manera progresiva se ha ido
configurando en la región (CIDH, 2023).
Por su parte, Colombia (2003) elaboró una nota conceptual sobre el concepto
de cuidado. En esta menciona los trabajos de cuidados comunitarios como
prácticas fundamentales para las comunidades y territorios que presentan
dificultades para acceder a los servicios de cuidado. Sin embargo, no se hace
referencia en el concepto a individuos, colectivos u organizaciones.
No obstante, es importante destacar como experiencia de cuidado la
participación de los jóvenes en movimientos populares que convergieron
en contextos de desigualdad y violencia, como en el estallido social antes
mencionado, donde surgieron actividades para la protección frente a hechos
represivos de la fuerza pública: los APH (Atención Prehospitalaria) y las “ollas
comunitarias”, como espacio de formación política en el que se construyen saberes
y se generan aprendizajes relevantes, en contextos de pobreza y desigualdad.
El cuidado sigue siendo para los jóvenes una vivencia de emociones y
expresiones ligadas a una ética como ciudadanos (Knight y Mamlok, 2019), al
valorar y democratizar sus relaciones familiares y sociales. Las acciones de cuidar,
cuya finalidad es el bienestar, tienen varias dimensiones: una dimensión material,
que se expresa como bienestar en términos de salud, alimentación, vestido,
educación, recreación y seguridad —“protegerse de los riesgos”—; una dimensión
económica de provisión, para satisfacer necesidades de supervivencia —“dar lo
que necesiten”, “responder por…”—; y una dimensión emocional, expresada
como soporte y acompañamiento —“no causar daño”— (Martín, 2011).