Bourdieu y Giddens. La superación de los dualismos y la ontología relacional de las prácticas sociales
Jefferson Jaramillo Marín
Universidad Javeriana, Colombia jefferson.jaramillo@javeriana.edu.co
Artículo de reflexión recibido el 28/01/2011 y aprobado el 27/04/2011
Resumen
Pierre Bourdieu (1930 – 2002) y Anthony Giddens (1938- ) se constituyen en dos de los mejores exponentes de la síntesis superadora de los dualismos clásicos del pensamiento sociológico. En el artículo se mostrará cómo, a pesar de sus diferencias de enfoque teórico-empírico y de las tradiciones de pensamiento de las cuales provienen, ambos producen una ontología relacional de las prácticas sociales que se soporta en nociones básicas para la ciencia social actual como son las de habitus, campo, dualidad de la estructura e integración social y sistémica.
Palabras Clave: Bourdieu, Giddens, Ontología, Práctica social, Teoría sociológica contemporánea
Abstract
Bourdieu and Giddens. The overcomming of dualism and the relational ontology of social practices
Pierre Bourdieu (1930 – 2002) and Anthony Giddens (1938- ) constitute two of the best examples of the synthesis that surpasses the classic dualisms of sociological thought. The article shows how, despite their differences in theoretical and empirical approach and the traditions of thought of which come, produced an ontology of social practices that are supported on basics for the current social science such habitus, field, duality of structure and social integration and systemic.
Keywords: Bourdieu, Giddens, Ontology, Social Practice, Contemporary Sociological Theory
Resumo
Bourdieu e Giddens. Superação dos dualismos e ontologia relacional das práticas sociais
Pierre Bourdieu (1930–2002) e Anthony Giddens (1938) são dois dos melhores expoentes da síntese que ultrapassa os dualismos clássicos do pensamento sociológico. No artigo mostrar-se-á como, apesar das diferenças de enfoque teórico-empírico e das tradições de pensamento das quais provêm, ambos produzem uma ontologia relacional das práticas sociais que se apóiam em noções básicas da ciência social contemporânea como habitus, campo, dualidade da estrutura e integração social e sistêmica.
Palavras-chave: Bourdieu, Giddens, Ontologia, Prática social, Teoria sociológica contemporânea.
Introducción
Una de las principales características del pensamiento sociológico contemporáneo, especialmente el que da sus frutos a partir de los años setenta, es su esfuerzo por intentar trascender analítica y empíricamente algunas de las antinomias y dicotomías profundamente anidadas y derivadas de la ciencia social tradicional: objetivismo/subjetivismo; estructura/acción; micro/macro; cuali/cuanti; material/ ideal. Algunos han leído esto en términos de una superación o desplazamiento de la teoría sociológica desde enfoques sustancialistas y deterministas, a posiciones más relacionales y procesuales (Emirbayer, 1997).
En este breve ensayo mostraremos que Pierre Bourdieu (1930 – 2002) y Anthony Giddens (1938) se constituyen en dos de los mejores representantes de este esfuerzo, representado en esencia una síntesis superadora de proyectos teóricos y tradiciones divergentes. La idea central que defenderemos es que, pese a sus diferencias de enfoque, ambos producen una ontología de las prácticas sociales que busca superar a nivel metodológico y analítico los dualismos de la física y la fenomenología social (en palabras de Bourdieu) o los imperialismos del sujeto y del objeto (en terminología de Giddens). Esa ontología se soporta, entre otras, en categorías sociológicas potentes como habitus, campo, dualidad de la estructura e integración social y sistémica. Se discutirá de forma muy breve, hasta qué punto éste abordaje resulta útil para articular una visión de la sociedad, no como una totalidad compacta y homogénea sino como un conjunto de esferas sociales altamente diferenciadas.
Una breve digresión sobre la perspectiva relacional
En su Manifiesto por una Sociología Relacional, Mustafá Emirbayer (1997),1 nos hace conscientes de la importancia que tiene para la sociología actual salir del "atolladero" de los dualismos clásicos: material vs. ideal; estructura vs. agencia; individuo vs. sociedad. Estos dualismos, al decir de otros pensadores relacionales, no hacen más que situar el debate sociológico en un punto muerto (Fuchs, 2000). Emirbayer, por tanto, propone cambiar el centro de gravedad de la discusión, situándolo alrededor de dos grandes enfoques: "sustancialistas" y "relacionales". A su entender, "ambos representan mejor los diferentes puntos de vista sobre la naturaleza y constitución de la vida social" (Emirbayer, 1997 : 291). Los primeros enfoques se concentran en sustancias (cosas, seres y esencias) como unidades básicas de indagación. Los segundos se concentran en procesos y relaciones.
El primer enfoque tiene a su vez dos grandes variantes.2 Los sustancialistas interesados por la "self – action" o "perspectiva de acción auto orientada", asumen que las cosas actúan bajo sus propios poderes e iniciativas. Esta variedad, se puede rastrear en algunos pensadores clásicos (Aristóteles, Galileo, Hobbes, Locke) en algunos neofuncionalistas, neoestructuralistas y en varios teóricos de la elección racional (Jon Elster, por ejemplo). Según ellos, la estructura, la agencia, la sociedad, los sistemas sociales y la conducta humana son autosuficientes, es decir, son "fuentes de acción exclusivas". A su vez, estarían los sustancialistas interesados por la "inter-acción"; para ellos las cosas no se producen por su propia iniciativa y poder, sino por la inter-acción relevante entre entidades que actúan en tiempo real o causal, aunque las mismas entidades tienden a permanecer estáticas y sin cambios durante toda la interacción. En ese sentido, cada una es independiente de la existencia de las otras, muy parecido a las bolas de billar o a las partículas dentro de la mecánica de Newton (Emirbayer, 1997).
Es decir, para esta variante hay entidades fijas con atributos variables, los cuales son medibles. Quizá sus mejores representantes sean el enfoque centrado en el análisis de variables, los análisis estadísticos de correlación y los análisis históricos comparativos (Emirbayer, 1997). El segundo enfoque que es el que interesa destacar aquí, parte de considerar que las cosas, los conceptos y, en general, las diversas unidades empíricas de análisis (por ejemplo: estructura, agencia) "no son asumidas como independientes o anteriores a las relaciones en las que estas se producen" (Emirbayer, 1997 : 287). Hay que buscar el sentido de ellas, insertas en configuraciones relacionales y transaccionales y no como entidades discretas predeterminadas en el análisis social. Aunque esta perspectiva no se corresponde con una escuela definida, o con un estilo de trabajo, o un paradigma, está presente como horizonte teórico y empírico en muchos pensadores clásicos y contemporáneos, nutriéndose de manera sorprendente de diversos avances realizados en la física teórica. En clave sociológica, se pueden encontrar rasgos de esta perspectiva en la obra de Karl Marx, que es profundamente relacional en varios de sus supuestos (por ejemplo: la concepción del fetichismo de la mercancía o su visión de la alienación).3 También está presente en la obra de Georg Simmel (1986)4 y su análisis sobre las variadas formas de socialización, reforzándose aún más con los trabajos de Norbert Elías y su sociología histórico-figuracional (1995). De manera más clara aparece en la obra de Pierre Bourdieu y Löic Wacquant (1995) sobre todo a partir de sus análisis de los campos y, más recientemente, en los análisis de redes de Harrison White (2008).5
Ahora bien, dos aspectos notorios de esta perspectiva que es necesario subrayar aquí son, por una parte la reconfiguración de conceptos o categorías centrales para la ciencia social y, por otro, la forma en que se concibe la estructura social y la cultura. Del primer aspecto destacamos el aporte que la sociología relacional hace al redimensionar los conceptos de poder, igualdad, libertad y agencia, entre otros. En el caso del poder, por ejemplo, éste ya no es visto sólo como un atributo o una propiedad de los agentes, sino como un recurso y un esquema que opera dentro de matrices de relaciones de fuerza, intereses y posiciones. En esto la obra de Foucault, Mann y Bourdieu han sido decisivas. En el caso de la agencia ya no se asocia simplemente a una capacidad intencional medios–fines o a una orientación normativa, sino a una manera de experimentar el mundo, incrustada temporal e históricamente (Emirbayer, et al., 1998) que les permite a los actores sociales "apropiarse, reproducir e innovar ciertas categorías sociales y condiciones de acción de acuerdo a sus ideales colectivos e individuales, así como a sus intereses y compromisos" (Emirbayer, et al., 1994 : 1443; Emirbayer, et al., 1998).
A su vez, la perspectiva relacional representa de manera distinta la estructura social y la cultura. Según Emirbayer, lo significativo de los análisis relacionales es que estudian la estructura social rechazando la primacía de categorías atributivas y sustantivas (por ejemplo considerar las estructuras como sistemas materiales) "a favor de procesos dinámicos en las relaciones" (Emirbayer, 1997 : 298). Las estructuras serían de esta forma, redes de transacciones donde ocurren intercambios entre distintas identidades que mantienen diversos vínculos entre ellas. Por su parte, la cultura no es asumida sólo en términos de un conjunto o sistemas de valores o actitudes individuales, sino más bien de paquetes de comunicaciones y narrativas. Respecto a este tema, White (2008) y Hays (1994) han señalado que un acierto importante de la perspectiva relacional es, precisamente, no disociar lo estructural de lo cultural. Y, en ese sentido, asumen que la estructura social es parte de un sistema de relaciones que configuran patrones de roles y formas de dominación y, por otra parte, también es un sistema de significados concebidos en tanto lenguajes, prácticas, conocimientos e interacciones. Dado que ambos sistemas estarían imbricados, permitirían entender la estructura social más allá de un patrón externo y coercitivo, y a las prácticas culturales más allá de lo subjetivo. La imbricación, además, permitiría superar los dualismos sociológicos clásicos, aspecto en el que definitivamente ha contribuido la obra de Bourdieu y Giddens.
Bourdieu y Giddens: hacia una discusión relacional y ontológica de los dualismos
Sostenemos aquí que, tanto la obra de Pierre Bourdieu como parte de las propuestas de Anthony Giddens, sin ser éste último propia y estrictamente un pensador relacional, representan una arquitectura conceptual edificada a partir de una discusión relacional con teorías sociales que, en su gran mayoría, oponen de forma estéril, ontológica y epistemológicamente, subjetivismo y objetivismo6 siendo presas del sustancialismo. Sustancialismo que se refuerza cuando se privilegia un lado de la ecuación en detrimento del otro: agencia–estructura. Estas teorías, tienen diversas variantes y representantes desde finales del siglo XX y durante gran parte del siglo XX. En Bourdieu, se pueden resumir en dos grandes tradiciones: física y fenomenología social (Bourdieu, 2008 : 43). En Giddens, es factible hablar de dos grandes "ambiciones imperiales": la del objeto social y la del sujeto (Giddens, 1995 : 40).
La física social cuyo imperio es el mundo objetivo, se remonta en el tiempo a dos grandes campos de conocimiento sociológico y antropológico: el funcionalismo y el estructuralismo. Engloba a pensadores como Comte, Durkheim, Marx (con la salvedad del aporte relacional de su obra), Saussure, Lévi-Strauss y Althusser (Giddens, 1995; Wacquant, 2008). Ontológicamente, la física social concibe al mundo social en términos de una gran estructura objetiva y constreñidora, independiente de la conciencia humana, donde existe una "preeminencia del todo social sobre sus partes individuales" (Giddens, 1995 : 39). Esta estructura engloba y cosifica. Además, en esta tradición, la sociedad se presenta epistemológicamente al observador como "un espectáculo", como un "objeto mensurable y clasificable", independiente de la conciencia, frente al cual el sujeto epistémico, adopta un punto de vista neutro sobre la acción del mismo (Bourdieu, 2007 : 85).
Por su parte, la tradición fenomenológica, cuyo imperio es la vivencia y experiencia del sujeto, se encuentra presente en la obra de Alfred Schütz, Harold Garfinkel e Erving Goffman (Giddens, 1995 : 39) y en ciertas tradiciones de la Rational Action Theory (Bourdieu, et al., 1995). La impronta ontológica de esta perspectiva es la visión de la sociedad como un producto emergente de decisiones y acciones de agentes competentes que construyen su mundo cotidiano, a partir de prácticas organizadas y coherentes derivadas de una conciencia autónoma. Pese a la diversidad de escuelas y perspectivas en esta tradición, se asume un punto de vista epistemológico que, a diferencia de la física social, no es neutral sino "comprometido" o "cómplice" con el mundo que se observa; su lógica es que en tanto éste es construido y vivenciado por los sujetos, no tendría por qué presentarse ajeno y mensurable al observador, sino cargado de sentido y experiencia para él. Existe entre el mundo social y el sujeto que lo observa y lo descifra un hilo umbilical radical.
Ahora bien, ambos pensadores van a reconocer en estas tradiciones virtudes y defectos. De la primera, rescatan su afán por librarnos de la "ilusión de la transparencia del mundo social" (Bourdieu, et al., 1975 : 205) situándonos en el espacio y el tiempo sociales, con un sentido objetivo e histórico del papel constreñidor de las estructuras (Giddens, 1995). Es decir, este punto de vista nos emancipa de la cárcel del voluntarismo. Aún así, le critican su visión reificadora de las estructuras sociales, su incapacidad para captar la lógica de las prácticas sociales y su ceguera simbólica. De la segunda reconocen el papel asignado a la subjetividad humana y a la agencia y, con ello, el que el mundo social sea "construido y no pasivamente registrado" (Bourdieu, 2007 : 85). Sin embargo, le reprochan su impresionismo y marginalismo sociológico (Bourdieu y Wacquant, 1995) y su incapacidad para pensar y articular el constreñimiento como una dimensión objetiva de la práctica social (Giddens, 1995).7 Precisamente de la crítica a estas dos visiones reduccionistas, si se les observa separadamente, va a resultar la propuesta de una ontología de las prácticas sociales en estos dos autores, que brevemente detallaremos a continuación.
Hacia una ontología de las prácticas sociales
Si bien Bourdieu y Giddens provienen de tradiciones intelectuales disímiles, aunque con ciertos cruces intelectuales,8 lo que resulta común a su proyecto sociológico es la construcción de una ontología de las prácticas sociales. Aún así es necesario precisar varias cuestiones en estos dos autores. La teoría de la práctica de Bourdieu antecede a la teoría de la estructuración y, por ende, a la formulación que Giddens hace de la noción de práctica social, por lo menos en una década.9 Ciertos autores, entre ellos, Emirbayer y Mische (1998) llegan a considerar que ambos son por excelencia los "teóricos de la práctica" en el siglo XX. La noción de ontología utilizada aquí, debe entenderse como una preocupación interna a un corpus teórico sociológico, que de hecho es también rastreable en muchos pensadores sociales.10 Sin embargo, lo característico de esta propuesta ontológica específica, es que se orienta a descubrir de manera imbricada, tanto la génesis social del ser y el obrar humanos, como la reproducción y transformación del mundo social.
Ahora bien, la ontología de Bourdieu y Giddens resulta novedosa por la forma en que conciben la relación entre agencia y estructura. En gran parte de la obra de estos dos pensadores, no se "juntan" ni se "mezclan" estas dos dimensiones, como si fueran dos modos diferentes de constitución de lo social, sino que las entienden como "partes constitutivas y constituyentes de la práctica social", las cuales, a su vez, operan "dialécticamente" y son "homologables" entre sí.11 Para esta ontología, en tanto el mundo social es concebido como escenario dialéctico de producción y reproducción constante de prácticas sociales que son recurrentes, no existe espacio para la polarización, la división o la separación sino, únicamente, para la síntesis relacional.
Así, para Bourdieu, en su ontología relacional la práctica contiene a "los productos objetivados del mundo (opus operatum) y los productos incorporados en la práctica histórica (modus operandi)". O, lo que es lo mismo, la práctica se despliega simultáneamente en los habitus que son los "sistemas de disposiciones duraderas y transferibles" (Bourdieu, 2008 : 86) y el campo, representado por,
En esta síntesis relacional, las estructuras sociales y las mentales o, para decirlo en palabras de Bourdieu, los "sistemas de división objetivos" y los "sistemas de clasificación incorporados" están entrelazados, casi que fusionados, en tanto construcciones históricas y cotidianas, objetivadas e interiorizadas, producto de actores individuales y colectivos.
En lo que respecta a Giddens, si bien no se le puede ubicar directamente o al menos no con el suficiente beneficio de inventario, en esa síntesis relacional, la denominada teoría de la estructuración,13 nuestra percepción es que sí revela una intención sintética a través del concepto de práctica que está representado por todas aquellas "actividades humanas sociales que se autoreproducen y son recursivas […] y a las cuales los individuos no les dan nacimiento, [sino que] las recrean, pero a su vez en sus actividades cotidianas, crean las condiciones para su producción" (Giddens, 1995 : 40). Así, en su lógica de análisis, los agentes, individuos competentes y razonables, poseen una "conciencia práctica" y una "conciencia discursiva" sobre la realidad, que les permite "reflexiva", "racional" y "rutinariamente" dar razones de su hacer y de su decir. Pero esta conciencia no está desconectada del mundo social ampliado, ya que se encuentra determinada por un contexto espacio-temporal de acción (Giddens, 1995).14 De otro lado, las estructuras, que para el funcionalismo resultan siendo una especie de "esqueleto o armazón", serán para Giddens "un conjunto de propiedades articuladoras o estructurales que hacen posibles que las prácticas sociales existan en segmentos de espacio y tiempo y adquieran una forma sistémica" (Giddens, 1995 : 54). Además, las estructuras son instrumento (medio) y resultado (consecuencia) de la reproducción de las prácticas y éstas, a su vez, son constituidas por la estructura. Desde su óptica, las propiedades estructurales son básicamente reglas (procedimientos generalizables de acción) y recursos (medios utilizados y reproducidos por los agentes en el curso de una interacción).15 En la medida en que en la lógica argumentativa de Giddens el proceso de constitución entre agencia y estructura es de ida y vuelta, ambas propiedades estructurales ayudarían en la producción y reproducción constante de la vida social.
Esta teoría de la estructuración va a implicarle a Giddens una reflexión sobre la integración de las prácticas, al menos en dos niveles. La integración a nivel social que hace referencia a la reciprocidad de prácticas de carácter autónomo y comunicativo entre los individuos en contextos de co-presencia. En esto se acercaría radicalmente al interaccionismo. Pero también estaría la integración sistémica que implica aquellas prácticas de carácter dependiente, que no requieren la copresencia en el tiempo y espacio, pero que igual suponen reciprocidad. En esto se alejaría del interaccionismo. Por su parte, ambos mecanismos se presuponen mutuamente en interdependencia en los procesos de estructuración y fungen como prácticas sociales regulares. Esta relación entre lo social y co-presente, lo sistémico y distante llevará a Giddens a enfrentarse con la teoría del urbanismo y la geografía histórica y con la noción de "regionalismo" de Goffman.
De otra parte, a diferencia de las versiones sociológicas clásicas, no se trata de una ontología que elige analíticamente, es decir al momento de realizar un recorte teórico sobre lo real, entre uno de los dos elementos de la práctica social, entre la estructura y la agencia. Aquí la opción es siempre por los dos elementos como constitutivos y homologables en lo real. No se puede concebir un análisis del mundo social sin uno de los dos factores de la ecuación. Esto es claro en Bourdieu, con las categorías de habitus y campo. Ambas funcionan en sus análisis, una en relación con la otra, ambas se condicionan mutuamente,16 ya sea para explicar las relaciones objetivas o el conjunto de disposiciones presentes en dominios y esferas como la académica, la artística o la burocrática. Así, el habitus resulta eficaz para mostrar la performatividad de las categorías mentales de los agentes, las cuales están históricamente incorporadas dentro de los cuerpos de ellos y modeladas por el espacio social y el campo donde estos agentes interactúan cotidianamente. El campo, a su vez, permite destacar las fuerzas objetivas y el espacio de conflicto y de competencia que es el mundo social, que siempre constriñe a los agentes, pero que es, también, modificado por ese "mecanismo estructurante" que es el habitus. Las dos nociones, en síntesis, favorecen que Bourdieu construya un sistema empírico y teórico que juega siempre "contra la corriente" de su época y de la tradición heredada, especialmente contra el intelectualismo de la acción, propio de la teoría de la acción racional que sólo se concentra en sujetos aislados que maximixan a cada momento, pero desconoce el papel constreñidor; y cierto marxismo ortodoxo, de raigambre althusseriana, que solo ve estructuras muertas y dominantes (aparatos de dominación), y no espacios de juego donde tiene lugar tanto la dominación, como la resistencia, donde ocurre tanto el constreñimiento de la voluntad, como la capacidad de insubordinación.
En el caso de Giddens los agentes y las estructuras no son dos conjuntos de fenómenos dados independientemente formando un dualismo, sino que representan por el contrario una dualidad.17 Este concepto, va a ser determinante dado que reintroduce en la sociología (ya de hecho Marx lo había sugerido) la idea de que la estructura social, la sociedad, los sistemas sociales, son "constrictivos" pero también "habilitantes" de la acción humana.18 A diferencia del dualismo que ve entidades separadas, la dualidad, conjuga y pondera los dos lados de la ecuación. De esta forma, concibe la estructura y la agencia como siendo parte de un mismo espacio de juego que, a la vez, que limitan los alcances de la libertad, también recrean amplias posibilidades para su desarrollo y expresión en el mundo social.
Esta ontología permite también comprender, a contrapelo de miradas sustancialistas, que la práctica social no es transhistórica a los procesos sociales y sistémicos de producción y reproducción social. El mundo de lo social es siempre histórico, contingente, los individuos están produciéndolo permanentemente a través de sus actividades cotidianas, aunque éste también los está afectando y produciendo a ellos. Sin embargo, es preciso aclarar aquí, que esta ontología relacional de la práctica aunque niega los determinismos absolutos, tampoco cae en los relativismos. La ontología por ellos propuesta se expresa en una dialéctica del control y la libertad, de la sujeción y la autodeterminación tanto de la agencia como de la estructura.
Para Giddens esta dimensión histórica de la práctica, permite entender que el saber reflexivo que tienen los agentes sobre el mundo social se expresa en el flujo continuo de su historia, pero también de la historia humana en general. La microhistoria biográfica se conjuga con la macrohistoria del mundo. Esta historia si bien es "creada por actividades intencionales […] escapa siempre al afán de someterla a dirección consciente" (Giddens, 1995: 63). Al igual que Marx lo hizo en su momento, y del cual Giddens es por supuesto un buen lector, los seres humanos son los únicos que saben que están haciendo la historia que los determina. Al mismo tiempo que están fabricando su propia historia están haciendo parte de otra historia fabricada por otros que los incluye o los excluye. Esto último le va a permitir a Giddens trascender el punto de vista hermenéutico que es excesivamente situacional (a pesar de que acepta que su punto de partida en la teoría de la estructuración es hermenéutico)19 y retornar, nuevamente, a una visión histórica de la sociedad.
Respecto a Bourdieu, la idea de que el habitus es producto de la historia, lo lleva a mostrar que éste es "perdurable, más no inmutable" (Bourdieu, 1995 : 929). Pero esa historia es también la historia de los campos sociales donde se insertan los agentes sociales. En suma, para Bourdieu, esa historia de los campos determina a los agentes y estos a su vez modifican la historia del campo, mediante los sistemas de percepción y apreciación social que también son producto de una historia acumulada e incorporada. Los agentes y el campo tienen ambos una historia que está afectándose constantemente.
Finalmente, esta ontología relacional supone que las prácticas sociales son diversas y multiformes. En el caso de Giddens podríamos hablar de que la teoría de la estructuración es una especie de "ontología de las posibilidades […] donde los agentes poseen la capacidad para producir una diversidad histórica de praxis sociales" (Cohen, 1998 : 370). Y esta ontología, además, va a tener una repercusión en el ámbito cotidiano dado que lleva al investigador a reconocer que las prácticas y circunstancias históricas están siempre sujetas a cambio. Bourdieu asumirá en esta óptica a las prácticas en su gran variedad de funciones y fines (Bourdieu, et al.,1995). Según su perspectiva, lo importante para el investigador que se enfrenta con ellas, es que pueda descubrir su lógica de funcionamiento, describir la lógica del juego, incluso los conflictos que se generan en ello,20 y que constituyen la riqueza misma de esa diversidad de prácticas en el tiempo, desde la más simples hasta las más complejas, desde acciones rutinarias, pasando por prácticas rituales, elecciones e intercambios matrimoniales, complejos de parentesco, conductas económicas cotidianas o prácticas más burocratizadas.
La diferenciación social desde este tipo de ontología
Por lo expuesto hasta ahora en estos dos autores, parecería que la ontología relacional de las prácticas fuera sólo un gran corpus teórico difícil de conectar con el mundo empírico. Sin embargo, es posible sostener que tiene no sólo efectos en la forma como se piensa la práctica sino, también, efectos prácticos en la realidad investigativa. Es decir, es una ontología que funciona también como "caja de herramientas" para explicar fenómenos más específicos.21 La ontología no es sólo una forma de concebir el mundo, sino de investigarlo mejor. Uno de estos fenómenos que resulta investigado desde esta ontología es el de la diferenciación social.
Nuestra percepción aquí, es que ambos pensadores se declaran absolutamente críticos del concepto de sociedad como una entidad homogénea, total y sin fisuras. Y eso está presente de forma transversal a su obra. La sociedad no sería entonces para ellos, una totalidad integrada por funciones sistémicas como creían los funcionalistas, sino un conjunto de esferas relativamente autónomas y diferenciadas, que revelan conflictos entre sí. Sin embargo, la lógica explicativa contenida en su ontología funciona distinto en la descripción del funcionamiento de la sociedad y la diferenciación social. Examinemos un poco esto.
Bourdieu es del parecer que la sociedad, vista en términos sustancialistas, es un "armazón sin contenido". Pero, pensada en términos relacionales, es un gran espacio social con diversidad de campos. Estos campos son relativamente independientes entre ellos, pero en intersección continua. Dentro de ellos pueden identificarse a su vez subcampos. En todos ellos, se prescriben valores particulares y principios reguladores. Así, por ejemplo, dentro del campo de la economía estaría el campo de la empresa con una lógica instrumental del mercado. Y estos dos a su vez podrían ubicarse en marcos más grandes como los del Estado nacional (Bourdieu, 2000). Además del campo económico, se podría dar cuenta del estético, del político, del religioso, del jurídico o del intelectual.
Ahora bien, esta noción de campo resulta clave para pensar la diferenciación social, dado que permite asumir a la sociedad no como un sistema ordenado y homeostático, sino conformado por multiplicidad de espacios de juego, que se diferencian, superponen y entran en conflicto y donde los individuos rivalizan por el monopolio de distintos capitales. La sociedad es una arena de jugadores que interactúan, rivalizan, litigan y disputan lo que hay en ella. En el curso histórico de estas luchas, las divisiones de los campos, los tipos de capital disputado, los agentes que disputan, el peso relativo que ocupan sus trayectorias biográfica y sus capitales, los habitus que despliegan estos agentes, evidencia que ellos son espacios dinámicos, maleables y no inflexibles, tal y como los quiso presentar el estructuralismo clásico.
Un claro ejemplo de esto lo podemos encontrar en el estudio que Bourdieu realiza sobre la política habitacional del Estado francés durante los años setenta (2000). Allí detalla la estructura del campo productivo de la vivienda y los mecanismos de su funcionamiento; las condiciones sociales de producción de ese campo y la estructura de la distribución de las disposiciones económicas. Lo que pone en juego allí es que las decisiones económicas en materia de vivienda, que implican alquilar o comprar, no dependen sólo de la oferta y la demanda (las leyes del campo económico) sino, también, de los gustos de los agentes, de los medios económicos, de las políticas de vivienda estatales. Todo ello estaría en juego dentro de una serie de campos y subcampos: el económico y el político; el mercado de vivienda y las estructuras burocráticas del Estado. Vistas las cosas así, la diferenciación social desde la perspectiva ontológica de Bourdieu, sería una diferenciación de los distintos campos de una sociedad; pero también la diferenciación de las fuerzas objetivas, de los conflictos y competencias que operan dentro de ellos. Bourdieu, en tal sentido, no construye una lógica societaria en la que pueda explicarse el funcionamiento de grandes sistemas históricos o económicos como el capitalismo, o la modernidad; sino que, más bien, muestra cómo en el interior de estos sistemas, opera una lógica particular de los campos, como se materializan dichos campos en la arena.
Giddens, en cambio, sí está pensando en un análisis institucional más abarcador. Le interesa explicar a las sociedades no como espacios o conteniendo campos, sino como macro sistemas sociales en los cuales se reproducen prácticas sociales regulares. Aún así, es consciente que no puede someterse a un punto de vista funcionalista aquí. Estos sistemas no tienen límites fijos, son variables y difusos espacial y temporalmente. Precisamente, una teoría de la estructuración tendría como objeto, establecer la extensión y la clausura de estos sistemas, ponderar sus fronteras y horizontes. Además, Giddens es consciente que las viejas unidades de análisis sociales que para los clásicos funcionaron perfectamente se encuentran hoy agotadas; las sociedades ya no se reducen a las sociedades nacionales de los viejos Estados nación. Los viejos sistemas territoriales han estallado.
Esto le permite entonces introducir la idea de un mundo con "sistemas múltiples". Las sociedades estarían, desde su óptica, formadas interna y externamente, o en la intersección entre los dos, por estos "sistemas múltiples". Estos podrían ser a su vez "totalidades societarias" o estar representando "sistemas intersocietarios" (Giddens, 1995: 195). Por ejemplo, tres grandes tipos de sociedad, como la tribal, la dividida en estamentos y la de clases, podrían estar a su vez integradas en sistemas múltiples, por ejemplo: sistemas prehistóricos y fragmentarios, sistemas mundiales imperiales, etc., (Giddens. 1995: 214). Pero, más allá de la tipología que realiza Giddens, lo importante es que a él le interesa es explicar cómo logran articularse y diferenciarse cada uno de estos sistemas sociales, principios de organización, conjuntos de reglas, recursos y procesos espacio–temporales.
En conclusión, estos dos autores ponen su ontología de la práctica en función de explicar cómo las sociedades se pueden diferenciar, integrar o transformar. El asunto es que en ellos funciona de forma distinta la lógica explicativa. Bourdieu está más orientado a la explicación del funcionamiento de las lógicas de los campos que operan en las sociedades, sin acudir a la construcción de una gran lógica societal; Giddens, por el contrario, se ubicaría en un análisis institucional más abarcador que permita discernir principios y propiedades estructurales de los sistemas sociales.
NOTAS AL PIE DE PÁGINA
1. Existe traducción reciente del artículo en la revista CS, No. 4, diciembre de 2009, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Icesi, Cali, Colombia, pp. 285 – 330.
2. Estas variantes son retomadas por Emirbayer a partir de la lectura de un trabajo poco conocido de John Dewey y Arthur F. Bentley (1949).
3. Aunque también existen grandes dosis de sustancialismo en su obra, especialmente en asuntos concer-nientes a su percepción sobre las clases sociales. De igual forma, como destaca Emirbayer (1997), pensadores considerados tradicionalmente como sustancialistas como Parsons, sobre todo a partir de su visión de la norma, el orden y el sistema social, tienden a tornarse relacionales respecto a su teoría de los "medios generalizados".
4. Se recomienda para ampliar en este autor su perspectiva relacional en el análisis de la modernidad el artículo de Jaramillo (2009).
5. Sobre la obra de este pensador se recomienda el trabajo de Solórzano y Jaramillo (2009).
6. Por ontología nos referimos a las formas de constitución y configuración de lo social; por epistemología, a la relación entre sujeto y objeto que deriva a su vez en la adopción de estrategias metodológicas de conocimiento sobre el mismo. Podría incluso hablarse de un tercer nivel donde opera esta oposición, el político, subrayado de manera especial por Bourdieu en algunas de sus obras, por ejemplo, Homo Academicus (2008). Aquí arremete nuevamente contra las tipologías dualistas que cobran vida en la práctica científica, oponiendo irreconciliable-mente al "científico universal" y al "científico local"; al "teórico" y al "pragmático". Esa oposición estaría dejando entrever que la práctica científica está mediada siempre por el poder de clasificación, nominación, etiquetaje, ligado también a una concepción específica del mundo social.
7. Aunque siguiendo a Emirbayer (1997) al menos en Goffman uno podría hablar de una microsociología que reconoce que en los procesos transaccionales "cara a cara" hay más que impresionismo localizado; en ese sentido, también existe la necesidad de búsqueda de mecanismos recurrentes, patrones y secuencias.
8. Bourdieu tiene tras de sí un acumulado intelectual que va del marxismo y estructuralismo francés, a la filosofía de Husserl, Heidegger, Merlau-Ponty, Aron y Wittgenstein, pasando por la tradición epistemológica francesa (Bachelard, Koyré, Canguillem). Giddens por su parte se enmarca en la tradición parsoniana y postpar-soniana; con un especial influjo del estructuralismo lingüístico, los estudios semióticos y la hermenéutica. En ambos es de radical importancia en su corpus teórico el giro lingüístico.
9. Esto lo reconoce Löic Wacquant (2008) en su Introducción a Una Invitación a la sociología reflexiva
10. Nuestra percepción es que hay una ontología social en la obra de Marx, Weber, Durkheim, Parsons, Elías y muchos más autores.
11. Este intento de homologación y síntesis se lo reprochará Mouzelis (1989) a Giddens, dado que elimina una distinción analítica que es necesaria mantener en los niveles sintagmático y paradigmático, para poder entender como un sistema es reproducido y transformado estratégicamente por los sujetos. También Archer (1997) revela lo que ella llama la "falacia de la fusión", que se expresa en querer juntar lo que es necesario separar analíticamente, a través de un "dualismo analítico". Esta reflexión de todas formas escapa a los intereses del ensayo.
12. Más específicamente de los capitales, que en Bourdieu son de tres tipos: económico, cultural y social, cada uno de ellos con diferentes subespecies. A éstas se añade el capital simbólico que recorre transversalmente a las otras formas (Bourdieu y Wacquant, 1995: 81).
13. ue desarrollada inicialmente en Las Nuevas Reglas del Método Sociológico (1976) y ampliada y sistematizada luego en La Constitución de la Sociedad (1984).
14. Lo interesante es que la puesta en escena de ese registro reflexivo y rutinario, mediante el cual los agentes dan cuenta de las intenciones y razones de su actuar, y que lo conecta a la tradición etnometodológica, le con-duce a reconocer la importancia decisiva de los elementos inconscientes que impregnan la acción humana, los cuales no afloran fácilmente a la reflexividad. La discusión es fundamentalmente con Freud. El asunto trasciende además al terreno de las denominadas "consecuencias no buscadas de la acción", que lo sitúa en diálogo con la perspectiva de Robert K. Merton.
15. Una de las críticas que le dirige Sewell (1992) a Giddens está relacionada con la noción "borrosa" de estructura bajo la idea de reglas y recursos. Por ejemplo, las reglas terminarían siendo en este autor prescripciones formalizadas, y no se incluirían los esquemas informales.
16. Algunos lectores de Bourdieu, si bien van a concederle a este autor un aporte decisivo con su teoría de la práctica a la superación del debate agencia – estructura, son del parecer también que sigue siendo presa de un "refinado objetivismo" a través de la noción de habitus (King, 2000).
17. Swingewood (2000) va a señalar que en Giddens lo que existe es una visión elíptica de la relación agencia – estructura.
18. Una de las críticas realizadas a Giddens tiene que ver con la incapacidad para establecer los grados de libertad y la rigurosidad de los constreñimientos (Archer, 1982).
19. El punto de vista hermenéutico implica asumir los objetos de estudio social no como pre-dados o como datos desnudos sino como "objetos que están constituidos o son construidos por quehaceres activos de los sujetos" (Giddens, 2001 : 192). Esta doble hermenéutica recuerda las imbricaciones complejas que operan entre el mundo social y la ciencia social y viceversa. Las ciencias sociales son deudoras en todo momento de las prácticas discursivas que ocurren en la vida social. Pero al mismo tiempo, el conocimiento que ellas producen es retomado por los agentes sociales en forma de conocimiento experto. Así, el mundo social ocurre en una especie de "intersección de dos marcos de sentido: […], el mundo social constituido por unos actores legos y unos metalenguajes inventados por los especialistas en ciencia social; [de tal forma que siempre] hay un constante deslizamiento entre un marco y otro" (Giddens, 1995 : 396).
20. Es lo que hace Bourdieu precisamente en su célebre etnografía en la sociedad campesina en el Bearne. Allí muestra a partir de la descripción de la práctica de baile de Navidad las tensiones y conflictos que traslucen a una vida campesina cerrada en la que irrumpe la ciudad a través de "los modelos culturales, su música, sus bailes, sus técnicas corporales" (Bourdieu, 2004 : 113).
21. Wacquant (2008), ha subrayado esto como un elemento esencial al oficio de sociólogo de Pierre Bour-dieu. Los conceptos le ayudan siempre a resolver problemas prácticos; son creados para "emplearse en una forma sistemática empírica" (Bourdieu, 1995 : 63). En el caso de Giddens esto es más complicado de aceptar dada su preocupación metateórica y la idea de que existe cierta autonomía relativa de la teoría respecto de la investigación (Giddens, 2001).
Referencias
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