DOCUMENTOS
La entrevista y sus condiciones específicas1
The Interview and its Specific Conditions
A entrevista e suas condições específicas
Michel Pinçon; Monique Pinçon–Charlot
Institut de recherche sur les sociétés contemporaines (IRESCO), Paris, Francia mpincon@ext.jussieu.fr.
Institut de recherche sur les sociétés contemporaines, (IRESCO), Paris, Francia mpincon@ext.jussieu.fr.
Artículo de reflexión recibido el 7/12/11 y aprobado el 07/05/12
RESUMEN
En diferentes ocasiones la objetivación de la situación de entrevista que enfrenta el sociólogo ha sido abordada cuando éste, tan sólo por los diplomas que ha acumulado, ocupa un lugar de dominación frente al entrevistado. En este caso, se presenta una reflexión que aborda una situación inversa, aquella donde el sociólogo ocupa una posición dominada. Los autores presentan las dificultades específicas que impone la investigación sociológica en las clases dominantes, haciendo énfasis en las marcas sociales que entran en juego en la interacción cara a cara.
Palabras clave: Entrevista, oficio del sociólogo, interacción social, hexis corporal
ABSTRACT
In some instances, the sociologist confronts an interview situation in which objectivity has been compromised simply by virtue of the degrees he or she holds places him or her in a dominant position with respect to the interview subject. This article presents a reflection addressing the opposite situation, one in which the sociologist occupies a dominated position. The authors present the particular challenges in conducting sociological research on the dominant classes, emphasizing the social markers that come into play in such face to face interaction.
Key words: Interview, work of the sociologist, social interaction, corporal hexis
RESUMO
Em diferentes ocasiões, a observação da situação de entrevista com que o sociólogo se depara tem sido abordada quando ele, apenas pelos diplomas que tem acumulado, ocupa um lugar de dominação diante do entrevistado. Nesse caso, se apresenta uma reflexão que aborda uma situação inversa, aquela onde o sociólogo ocupa uma posição dominada. Os autores apresentam as dificuldades específicas que a investigação sociológica impõe nas classes dominantes, enfatizando nas marcas sociais envolvidas na interação face–a–face.
Palavras–chaves: Entrevista, Ofício do sociólogo, Interação social, Hexis corporal
Palabras del editor
El interés por publicar este capítulo que hemos traducido como ''La entrevista y sus condiciones específicas'', el cual hace parte del libro Voyage en grande bourgeoisie de los sociólogos franceses Monique Pinçon–Charlot y Michel Pinçon, tiene que ver con el hecho de que en él sus autores nos brindan un valioso e interesante análisis de la entrevista como una herramienta y un método de la investigación en las ciencias sociales. Por medio de este estudio, acerca de esta conocida y utilizada herramienta de investigación, los sociólogos franceses indagan y ofrecen estimulantes observaciones sobre el papel del investigador y el uso que él hace, y ha de hacer, de la entrevista como implemento de su trabajo. Aunque el texto que aquí presentamos al público de CS es uno de los capítulos del libro de los Pinçon sobre la gran burguesía parisina –libro en el cual se hacen descripciones y análisis para la comprensión de este grupo y su medio de origen– puede leerse como una pieza aparte sin ninguna dificultad y sin el riesgo de perder su sentido ni sus objetivos. Pensamos que este documento va a ser de gran interés y utilidad para la comunidad académica de Colombia y para quienes nos leen en otros países, tanto para los investigadores curtidos como para los que apenas se inician en esta labor. De todas maneras, estamos seguros que el lector también va a apreciar los análisis sobre la alta burguesía francesa, la nobleza, la gran burguesía, sus procesos de reproducción social en este universo, sus modos de vida y las fortunas tan poco conocidas hasta entonces por el gran público. La particularidad del estudio de la alta burguesía puede servir de inspiración para la investigación social en Colombia, tan poco interesada en las clases superiores y urgida de textos metodológicos originales.
La situación de entrevista pone frente a frente a investigador e investigado, definiendo una interacción que produce efectos sobre el contenido del discurso recogido. La interacción entre dos agentes sociales pone en juego a la sociedad, los etnometodólogos dirían, incluso, que en la interacción está en juego toda la sociedad, que no tiene otra existencia que las relaciones que la construyen continuamente. La interacción es, en todo caso, una relación social en la que la misma incertidumbre que la rodea sobre la posición exacta de los interlocutores, sobre los problemas no hace sino volver más intensa una relación que no es nunca evidente.
En su trabajo de análisis de entrevistas el sociólogo debería, sistemáticamente, integrar una reflexión sobre la situación social definida por la relación entre dos agentes sociales, el entrevistado y el entrevistador. Esta situación de investigación es específica a las ciencias del hombre en las que el objeto tiene una opinión, al menos reacciones y sentimientos, simpatía o desconfianza frente a aquel miembro de la misma sociedad a quien le está reconocido el derecho de someterlo a la pregunta.2 Esta relación comienza desde el primer contacto, directo o indirecto, con el cual se solicitó la entrevista. Es el momento en el que se establece la relación que se va a dar durante la entrevista, relación, por otra parte, fluctuante: una relación de confianza se puede construir progresivamente o, por el contrario, ser arruinada bruscamente por una pregunta o una insistencia torpe que rompe el encanto de la empatía. Si cada situación de entrevista es específica, ya que es el encuentro improbable de dos historias singulares que se cruzan, existen, como para los habitus, clases de situaciones en función de las configuraciones sociales presentes. Esto es, en función de los habitus confrontados.3
Abordaremos aquí la coyuntura, inusitada, que pone en presencia miembros de las clases medias, de orígenes más o menos modestos, además provinciales, nosotros mismos, con entrevistados que ocupan posiciones mucho más elevadas. Aquellas posiciones pueden definirse por actividad profesional como, por ejemplo, cuando se trata de un banquero, de un gran propietario forestal o del antiguo presidente de una importante sociedad de distribución. Ellas se definen así, y sobre todo, por sus orígenes sociales excepcionales de por sí y por la inscripción de la persona dentro de redes familiares, institucionales y de relaciones que permiten una concentración de poderes y de prestigio sin comparación con aquellas en las que se inscriben los investigadores. El sociólogo se encuentra, entonces, en una posición socialmente dominada, en la que el respeto, la cortesía y un poco de condescendencia hacia sus supuestas competencias científicas no invierte aquella dominación sino que paradójicamente la fortalece. En efecto, el interés marcado en esta esposa de banquero, heredera de un gran apellido de la nobleza francesa, por el trabajo del investigador, no sobrepasará nunca la curiosidad educada y la obligada deferencia que se debe mostrar respecto de las habilidades del decorador, del jardinero o del profesor de solfeo de sus hijos. Aunque ellos lo disimulen, estos agentes sociales, quienes obtienen lo esencial de su posición gracias a su nacimiento, se sitúan por encima del valor personal, porque su valor social es ante todo el de su familia y de su grupo. Así estamos en la estructura invertida que pone en presencia al doctor en sociología y al obrero sin diploma, al intelectual parisino y al trabajador manual de un pueblo industrial y provincial. Esta situación es frecuente en la sociología, también la hemos conocido. Ha sido mucho más analizada que la situación que abordamos aquí. Como es necesario explorar la totalidad de los fragmentos del espacio social, y también aquellos donde se encuentran las clases privilegiadas, darse cuenta de las condiciones de las investigaciones en las que el sociólogo ha perdido la posición dominante, debería contribuir a completar el cuadro de actividad de la investigación y, con ello, facilitar el trabajo indispensable de sociología de la sociología.
El sociólogo en posición dominada
Los entrevistados conducidos a describir la fortuna y las buena suerte de sus existencias, crean una situación original en la que el sociólogo se encuentra, quiéralo o no, en una posición de dominado. Las reflexiones publicadas sobre la situación de entrevista tratan generalmente de una configuración donde el sociólogo se encuentra en una posición dominante.4
Querer analizar las dificultades de la investigación sociológica en las clases dominantes no significa que se ignoren las dificultades propias de la investigación en las demás áreas sociales. Cada situación de entrevista compromete, en una delicada interrelación, la posición social del uno y del otro, del entrevistado y del entrevistador. Se trata de un intento por identificar lo que estas dificultades pueden tener de específico en el caso de un estudio sobre las clases altas y entre las fracciones que constituyen sus posiciones más aseguradas y su legitimidad: a saber, la rica aristocracia y la gran burguesía antigua (Pinçon y Pinçon–Charlot, 1991).
Las riquezas multiformes
La escasez de las investigaciones llevadas a cabo sobre la alta sociedad hace improbable que estén frente a frente, en una situación de entrevista, un sociólogo y un aristócrata o un gran burgués. Menos aún en los temas relativos a los modos de vida, a la organización de la vida cotidiana, a las prácticas familiares, a la constitución de los patrimonios. El sociólogo, en el terreno de la investigación, no se encuentra con las clases dominantes, se encuentra con jefes de empresa o altos funcionarios, es decir, con las clases dominantes en su rol social, como cuadros superiores de empresa, entre otros. Esta aproximación a la persona social es un eufemismo de la posición real: un gran burgués es siempre mucho más que su posición profesional. De lejos es lo que mejor lo define: una acumulación excepcional de capitales, de todas las formas posibles, económica, cultural, social, simbólica, que hace la posición social irreductible a la posición ocupada en el sistema productivo.
Con los grandes burgueses estamos lejos de la entrega absoluta que puede caracterizar a las capas medias intelectuales en su angustiada búsqueda del único capital que tienen a su alcance, el capital cultural y escolar, como lo muestra Jean–Pierre Faguer (1995) para los khâgneux,5 que hacen converger la vida escolar, el hábitat y el ocio en un objetivo único que es pasar el concurso. De tal manera que, en los rituales de presentación, sea suficiente el apellido, sin que haya necesidad de añadirle la descripción de sus funciones. El patronímico condensa todos los tipos de capitales. Al contrario el investigador, poco conocido en el medio, siempre será presentado como sociólogo que trabaja en el CNRS6 (Centro nacional de investigación científica). Hemos experimentado frecuentemente esta situación en cocteles o en cenas. Esta diferencia de trato en el ritual era evidente. Todo transcurre como si hubiera sido evidente que los apellidos de los miembros, dentro del grupo, fueran conocidos por todos, de manera exhaustiva y cruzada. De allí la utilidad de múltiples anuarios y del Bottin Mondain7en particular. Este conocimiento supone pares y además la regla obvia al Jockey Club: sería de la más vulgar incongruencia preguntar el apellido a un miembro. Cada quien debe conocer y reconocer a todo el mundo y saludar con seguridad, incluso cuando la identidad se le escape. Es verdad que en este dominio confesar el desconocimiento es confesar una pertenencia imperfecta al grupo.
Esta acumulación de diferentes formas de capitales es sensible en las situaciones de investigación en las que, por causa del tema, es la misma persona, que investiga su vida familiar y su biografía, que se encuentra en el centro de la investigación. La entrevista se desarrolla en el domicilio, las condiciones están reunidas para que la persona interrogada sea conducida a poner en evidencia, incluso contra su voluntad, los capitales que tiene. El sociólogo se encuentra en una posición dominada a pesar de que el entrevistado no tiene la intención, de manera deliberada, de ejercer ninguna relación de dominación.
Esta relación de dominación aparece con una cortesía y condescendencia, de forma deliberada y transmitida por la educación, en la que la igualdad de principio y un respeto de la persona del investigador, al igual que todo, viene a significar, por el contrario, la diferencia y la desigualdad de posiciones y de recursos, de las formas de capitales que cada uno dispone.
Así, en julio de 1994: después de un tour de observación en el pueblo, detenemos el automóvil delante del castillo, una imponente construcción del siglo XIX. Un mayordomo, otros dirían un doméstico, viene a abrirnos y nos introduce en un inmenso salón, circundado por un mezzanine ocupado por una biblioteca, de la que sabemos más tarde, que cuenta con veinte mil volúmenes. El castellano (el propietario del castillo), joven, se reúne con nosotros y la entrevista comienza, no sin que antes se nos ofreciera una bebida refrescante. Una cierta reserva, la prudencia en el hablar, que se va a atenuar a lo largo de la entrevista, no excluye la afabilidad de los modales. Esta cortesía acompaña eficazmente una negación de la riqueza de los capitales poseídos que, de todas maneras, se imponen por sí solos. La residencia en la que nos encontramos, el apartamento parisino y los bienes raíces hacen parte de una operación de valorización de gran amplitud que confirman que el capital económico es importante. El capital simbólico se manifiesta a través de formas tomadas por los bienes materiales. Aparece de otras maneras a lo largo de la entrevista. Los investigadores se enteran de que los escudos que están en la alcaldía y en la escuela del pueblo, son los de esta familia, y que los pueblerinos agradecen a un antepasado las donaciones que permitieron la construcción de los edificios comunales. Este capital simbólico también se evidencia a través del capital cultural objetivado en las obras de arte que adornan los muros del salón o través del relato del castellano, quien, de paso, se acuerda de la visita de tal o tal huésped ilustre, escritor, artista u hombre político.
En tales situaciones de investigación, parece difícil negar la relación de dominación que se instala a pesar de la voluntad misma de los agentes presentes. Pertenecientes a la misma formación social, los unos y los otros están socializados de manera que saben reconocer los signos mismos de la posición dominante y del poder social a través de la privación y de la posesión. ¿Cómo no admitir esta asimetría, esta jerarquización de las posiciones? En efecto, la denegación de las jerarquías objetivas hace parte del discurso actual dominante sobre la disolución de las élites poseedoras en beneficio de los tecnócratas y de los altos funcionarios. Como si la burguesía8 hubiese desaparecido, porque algunos millones de pequeños titulares han podido constituir flacas billeteras de valores, útiles a los especuladores de alto rango, pero sin ningún poder en sus empresas, en los bancos y las decisiones. La denegación ha sido siempre una forma de reconocimiento de la dominación, la más formidable, sin duda, porque hace como si el problema estuviese arreglado, aunque en realidad ya no hay problema. Nuestro trabajo y nuestra experiencia van en contra de esta actitud, que es solamente posible bajo la protección del contacto con los dominantes. Nuestros análisis resalta la realidad del poder de categorías consideradas muy rápidamente como obsoletas o caducas, y poner de vuelta, en el justo lugar, la mitología de la igualdad y de la meritocracia republicanas.
Encuentros improbables
Nosotros subrayamos aquí que los tratados de metodología y los artículos sobre las situaciones de entrevista hacen énfasis en las coyunturas, por cierto los más frecuentes donde el sociólogo se encuentra objetivamente en posición dominante debido a sus títulos académicos. Hay una cierta complacencia que se desarrolla sobre la necesidad matizar la distancia social, forma de condescendencia epistemológica, mientras que se silencie la situación asimétrica. Hay que ver la dificultad, de parte de los investigadores en ciencias sociales, para admitir lo que además demuestran y reconocen de muy buena voluntad, a saber que la sociedad está jerarquizada, que las formas de las riquezas se acumulan como las formas de la pobreza. Nos sorprendieron muchas reacciones de colegas y de estudiantes que no aceptaron nuestras descripciones de las situaciones de la investigación ni nuestro reconocimiento de la posición de dominado del sociólogo en esas circunstancias. Sin duda hay que ver una forma de reivindicación simbólica, en nuestra opinión mistificada, de la supremacía de lo cultural sobre lo material y de la incompatibilidad de lo económico y de lo cultural. Un alto nivel de cultura aseguraba siempre la supremacía sobre una posición apoyada solamente por el poder económico, lo que, corolario obligado, sería obvio, porque la gran riqueza material sería sinónimo de mediocridad cultural. El sociólogo no escapa a esta lógica social que lleva a que todo agente tienda a hacer conocer la supremacía de la forma de capital de la que dispone.
Si la investigación sociológica no se limita a la entrevista, esto condensa las más grandes dificultades por el cara a cara que implica. Podemos suponer que esta relación es más delicada de manejar cuando hay proximidad física, ya que es verdad que la proximidad espacial hace más tangible la distancia social. Es sin duda una ley general del funcionamiento social –sobre la cual Jean–Claude Chamboredon y Madeleine Lemaire (1970) habían insistido en un artículo que tuvo una cierta influencia y que sirvió, de punto de partida, para una de nuestras investigaciones sobre los efectos de la cohabitación de grupos sociales heterogéneos en el mismo conjunto residencial.9 Esta investigación ha evidenciado, en un conjunto de alojamientos sociales en los suburbios de Nantes, que el contacto entre las categorías sociales alejadas en las jerarquías sociales y profesionales revela y exacerba las diferencias.10 Es verdad que, coyunturalmente, se puede producir un efecto inverso: la aproximación espacial puede hacer descubrir una proximidad mayor que aquella que se supone a priori. Más allá de las variaciones sociales y culturales ciertas afinidades pueden verse afectadas, contra toda probabilidad, desmoronándose rápidamente cuando se profundiza en el conocimiento del otro. Esta proximidad sentida con el heredero de una línea de banqueros sorprende, pues en contradicción con una distancia social sobrevaluada a priori, sufre una erosión progresiva a lo largo de los encuentros y de los contactos que permiten tomar en cuenta, de manera diferente que en las representaciones preconstruidas, la medida real de la distancia entre los modos de vida, los recursos, las biografías. La proximidad puede corregir lo que el imaginario social ha construido de manera aproximativa, pero ella no podrá reducir una distancia objetiva irreductible.
Pero, ¿de qué distancia estamos hablando? La posición social del sociólogo no se resume al grado alcanzado en la escala de clasificaciones del CNRS. La sociología de la práctica sociológica no consistirá en hacer abstracciones del origen social del sociólogo, sea que tenga como objeto el mundo obrero, las clases medias o la gran burguesía. Es paradójico que el silencio sobre este origen, la trayectoria escolar y los otros elementos de la biografía, en particular profesional, sea usual cuando se trata, según los resultados más indiscutibles de la disciplina misma, de una dimensión esencial de la reflexión epistemológica. Para hacer más clara la exposición de nuestros problemas en el trabajo de campo, nos ha parecido indispensable, desde el inicio de este trabajo, decir, al menos sucintamente, de dónde venimos nosotros. Sin duda el silencio acostumbrado tiene como razón de ser la necesidad de dar al enfoque sociológico todas las apariencias de la cientificidad, y de negar, al menos por omisión, el impacto del origen y de la trayectoria social sobre la práctica. Si la sociología es una ciencia, ella deberá ser la misma para todos los sociólogos, sean los que sean sus itinerarios sociales. No importa el origen, declararlo es reconocer una influencia que el silencio tiene, cuando menos, el mérito de mantener en secreto. El sociólogo debe ser espíritu puro, libre de toda contingencia social.
Nunca lo es, pero debe comportarse como si lo fuera. Incumplir a este deber de confidencialidad tiene sin duda algo de inconveniente, incluso vulgar, como el incumplimiento de las reglas del juego social. Si se puede dejar como un dato en bruto, sin producir análisis, el origen u otros elementos biográficos de la existencia del investigador puede también servir de coartada metodológica. Como si decir desde dónde se habla fuera suficiente para establecer lo que la investigación puede hacer, a partir de lo que produce y los itinerarios seguidos para lograrlo.
Nos esforzaremos entonces en elucidar, lo más que podamos, lo que se revela en la relación con el objeto, en parte, al menos, de los orígenes y sus itinerarios.
La presentación de la persona
Presentar la investigación y presentarse
Para no recoger un discurso construido dirigido a el intelectual, el sociólogo debe reflexionar sobre el tipo de personalidad que les es oportuno adoptar en la situación que va a afrontar. Si bien es cierto que no puede haber ninguna duda sobre la expectativa de obtener un discurso que hace abstracción de la relación de la investigación, de la presencia del sociólogo como destinatario del discurso, aún es posible trabajar los parámetros de la relación, de manera que se reduzcan los obstáculos a la expresión de una palabra independiente de esas condiciones de enunciación. También es necesario para esto un conocimiento suficiente de una cierta objetividad de manera que se pueda evaluar y analizar lo que el discurso recogido introduce como distorsiones significativas al respecto de la objetividad. La entrevista tiene también como función, en el protocolo de la investigación, proporcionar la información, las descripciones de las prácticas, los inventarios de bienes, los discursos de los trayectos recorridos a través del espacio social. Es necesario reducir las reticencias del entrevistado tanto como se pueda, para proporcionar los elementos a un desconocido del cual ignora el uso que le dará. Por esto es indispensable presentar la investigación y sus finalidades, preservando las susceptibilidades sociales del interlocutor. Tacto y control del léxico utilizado son elementos decisivos: sería azaroso definir el objetivo de nuestro trabajo como elucidación de los procesos de la reproducción de desigualdades. Es suficiente hablar de la transmisión de patrimonios y de deberes de los herederos hacia las generaciones siguientes, para que la dificultad desaparezca. Las reacciones de nuestros entrevistados a los análisis publicados muestran que el problema reside más en la formulación que en el fondo. Un texto escrito con cierto rigor, que se prohíbe la facilidad de la ironía o del sarcasmo, pasa sin dificultad mientras que estén claramente expuestos los motivos de la investigación de personas de la misma clase en sus lugares de residencia y de ocio. Este ostracismo social pudo ser descrito y nombrado sin que por esto las puertas hayan sido cerradas por causa de la siguiente investigación.
Es importante reflexionar sobre la imagen que se va a presentar al entrevistado y hacerlo de la manera menos agresiva posible. El objetivo de la entrevista no es chocar al burgués, como no lo es impactar al obrero en otras situaciones de investigación. Aunque esto nos haya sido reprochado, como investigador de un mimetismo inocente, nosotros persistimos en pensar que nuestro esfuerzo por destacar la buena voluntad, y el respeto de las costumbres del otro –en nuestros vestidos y todo el hexis corporal vigilado y controlado en lo posible– es una de las razones por las cuales hemos podido llevar a buen término nuestras entrevistas. Despreciar este tipo de precaución metodológica conduce a una subestimación, poco sociológica de la información, que la presentación de la persona aporta en cuanto a su posición y a sus intenciones o a sus representaciones del otro. El abandono de la vestimenta, en una situación donde nos encontramos en posición de solicitante del entrevistado, será vivido, por él, como una provocación y será tratado como tal. Teniendo en cuenta la relación de fuerza objetiva, en función de las posiciones sociales de uno y de otro, se augurará un mal desarrollo de la investigación. Como lo escribe Bernard Lahire:
[...] superficie de inscripción de indicadores de su posición social, el cuerpo del entrevistador puede limitar el número de signos de legitimidad que emite y que son inmediatamente captados por el investigado: puede modificar su presentación de su vestuario, controlar las posturas, los gestos, el peinado, su registro lexical y sintáctico, etc. (Bourdieu, 1999: 903).
Y el autor señala, en una nota a pie de página, que ''los manuales metodológicos en sociología rara vez abordan, de manera concreta, los problemas específicos de la 'presentación de la persona''' (Bourdieu, 1999: 903).
Objetivar la situación de entrevista, es decir, controlar los parámetros sociales y los posibles problemas entre los agentes puestos en presencia, supone detenerse en los ''inseparables problemas prácticos y teóricos que hacen surgir el caso particular de la interacción entre el investigador y aquel o aquella a quien interroga'' (Bourdieu, 1999: 903).
Una de las maneras más recurrentes del sociólogo, antes de partir a la cita fijada para una entrevista, es adaptar su vestimenta a lo que espera de aquellos que serán sus interlocutores. En esto no hace más que reproducir lo que cada quien implementa cuando va a tener lugar una interacción programada. En función de los problemas de la situación, cada quien va a tender a adaptar su apariencia a lo que puede presentir de los criterios de apreciación de la vestimenta y de las maneras de ser de las personas que va a contactar (Goffman, 1993).11 La cualidad de los materiales reunidos, en particular los recolectados a partir de las entrevistas, deben mucho al auto–análisis permanente en la situación de investigación, sea cual sea el grupo concernido. Los eufemismos de la distancia social, asegurada gracias a la recomendación con la que contamos, acordando el mayor cuidado en la presentación de la persona, es una necesidad si se admite, siguiendo a Jean– Paul Sartre, que el sociólogo ''se parece a esos policías que el cine nos propone a menudo como modelos y que se ganan la confianza de una pandilla para poder entregarla'' (Sartre, 1967).12 Fórmula abrupta, pero que expresa bien la necesidad de no despertar la desconfianza del entrevistado, aproximándose y respetando un mínimo de probabilidad. En efecto, no se trata de parodiar torpemente el medio en el que deseamos investigar, torpeza graciosamente tomada por Hergé a los Dupondt quienes, disfrazados de marineros o de chinos, no hacen más que poner en evidencia la incongruencia de su presencia. No obstante, no satisfacer algunas exigencias elementales es condenarse a no recolectar más que palabras adaptadas de un interlocutor del cual desconfiamos o, peor aún, no poder entrar en contacto sino con los marginados del medio, elementos en ascensión o en declive y por esto socialmente más cercanos al sociólogo.
El hexis corporal como marca social
Desde los primeros contactos con las calles de los beaux quartiers,13 hemos comprendido muy rápidamente que nos comprometíamos con un trabajo sobre grupos sociales muy preocupados por la apariencia, por las maneras de ser, de vivir. Más allá de la estética urbana de los beaux quartiers, de la calidad arquitectural de sus edificios, de su aporte a la planificación y al mantenimiento de los espacios públicos, de la especificidad de los comercios locales, que van desde el anticuario a la tienda de comestibles de lujo, más allá de toda esta simbólica social de la calle, muda pero extraordinariamente diciente, los beaux quartiers son también sus habitantes. Traje de buen corte, carteras de piel, sastrería estricta y elegante, todo un conjunto de signos de vestimenta y corporales que vienen a significar la excepción, el rechazo al abandono de sí, la preocupación por el control de la persona y de su apariencia. En los beaux quartiers, el vestido de ciudad es aquel de la civilidad e inclusive de la civilización. Todo el mantenimiento tiende a significar la distancia con la naturaleza, el carácter civilizado del comportamiento. Se puede contestar o rechazar ese gusto, esas maneras de ser que, como todas las otras, son arbitrarias y socialmente construidas. Quedan esas que son dominantes en el medio estudiado. Una manifestación mundana como el Grand Prix de Diane14 es una expresión perfecta de esa preocupación por un mantenimiento digno y controlado: se hacen picnic, claro, pero en corbata y escarpines, no se quita el saco, aun bajo un sol abrasador. El abandono es antinómico de la elegancia, y esta es una afirmación permanente de la relación cultivada con el mundo y con su propio cuerpo, de cierta manera, una manifestación pública de su fuerza y de su determinación, como si ese rechazo al abandono fuera inherente a las posiciones socialmente dominantes, el primer lugar también para justificarse por la distancia a la consideración común. La percepción de las jerarquías sociales pasa entonces por el mantenimiento del cuerpo, por el hexis corporal. La manera de administrar el cuerpo, de tenerse, es inmediatamente legible como expresión del lugar en el mundo, de la relación que se mantiene con el mundo y quienes lo habitan.
Habiendo percibido de esta manera el universo donde íbamos a tener que trabajar, era inevitable que hiciéramos un esfuerzo por no invadir brutalmente a aquellos que iban a convertirse en nuestros interlocutores. Esta fue nuestra preocupación con ocasión de las investigaciones en otro medio social en el que el respeto del entrevistado y la preocupación por obtener una entrevista que no fuera un tejido de banalidades convenidas era indisociable. Fue así como pasó en el Valle de la Meuse, en un universo obrero, donde hubiera sido muy mal recibido mostrar un relajación que se notara mucho o una elegancia chocante en un medio de pobreza y austeridad, al menos desde el modo de vestir (Pinçon, 1987). Igual que en la investigación sobre la caza con perros,15sin ser experimentado, hubiera sido absurdo presentarse a la cita en zapatos de ciudad y vestido de manera distinta al kaki o con colores sombríos y poco visibles. En esta actitud, el deseo de no complicar las cosas y hacer más delicado un cara a cara, que de todas maneras será difícil de manejar, también es para tener en cuenta. Pero la motivación esencial es, ante todo, de darse las mejores posibilidades de recoger los discursos lo más confiablemente posible. Se trata de cierta manera, de mostrarse digno de interés y de convencer de la seriedad de la empresa. En el caso de la gran burguesía, la eufemizacion de las distancias se debe ya al combate que la sociología puede despertar como imagen negativa en un medio que es fundamentalmente conservador. Es una condición, si no necesaria, al menos favorable para el buen desarrollo de la entrevista con las familias que no les gusta las violaciones a la etiqueta, aunque sean prendas de vestir.
La investigación ha confirmado la importancia del cuidado acordado a la presentación de la persona, que se trate del vestuario o, de una manera más general, del hexis corporal. Cuando se pertenece a este grupo se debe, de alguna manera, tener ''clase''; dicho de otra manera, de mostrar con la apariencia misma, con su cuerpo, que se hace parte de una cierta elite, de la clase dominante. Verdadera carta de visita, esta presentación de la persona es el resultado de toda una educación, de una disciplina del cuerpo, que, en sus formas más acabadas, permite mostrar una elegancia ''natural'', modalidad somática de ese milagro social que transforma las características adquiridas en cualidades innatas, alquimia esencial de la legitimación de las relaciones de dominación. De este milagro el sociólogo endomingado es incapaz. Rígido y artificial en un vestido que le es impuesto por las circunstancias, no puede engañar a un aristócrata o a un gran burgués tan cómodo en su traje de buen corte tanto como un ejecutivo en su traje de jogging dominical.
Ahora bien, estas consideraciones del vestido no pueden negarse desde el punto de vista de los resultados de la investigación. Si se admite que en situaciones de entrevista, las respuestas dadas al investigador son siempre ''respuestas específicas adaptadas al interlocutor, a las expectativas que se tienen a su consideración o que considera él mismo de la situación'' (Kandel, 1972: 36), y esta adaptación al interlocutor depende de la manera en la que es percibido, por su apariencia, una parte de los resultados de la investigación dependerán de la percepción del entrevistador por el entrevistado.
Así, ciertos discursos sobre quienes pasean en los Champs–Elysées, sobre la ''fauna'' que ellos constituyen, no se le hubiese podido decir delante de investigadores en blue–jeans, ya que ese estigma que permitía caracterizar a esta muchedumbre como ''fauna'' era precisamente portar ese tipo de pantalón y, de manera más general, una vestimenta descuidada. En las conversaciones registradas de los últimos habitantes del barrio de Champs–Elysées, en el marco de la investigación sobre la transformación de los barrios burgueses en barrios de negocios, la referencia implícita a una cierta prestancia corporal está siempre presente porque ésta permite juzgar la corrección de un vestido y, por lo tanto, la pertenencia o no al mismo mundo. Las referencias al descuido, bajo la relación de la dignidad del porte, que debe expresar la negativa de agacharse para ocupar una posición baja, a ras de tierra, aparece en las entrevistas:
Hay tipos en el suelo que venden cualquier cosa [...] todos esos vendedores ambulantes deberían irse, todos los que andan por el suelo, todos deberían ser alzados a una cierta altura [...] Se ven mendigos por todas partes, arrodillados en los porches. En la tarde, se ve mucha gente que se arrastra, ahora se ven personas que se sientan diez minutos en el piso. La genta ya no sabe quedarse de pie.
La percepción de las jerarquías sociales pasa entonces por la postura del cuerpo y la oposición entre lo bajo y lo alto del mundo social, que conduce a la oposición entre tierra/de pie, deforme/digno. Esta sensibilidad al hexis corporal, que no es específica de las clases altas, pero que varía en sus criterios de apreciación, tan sólo ella prohibirá, con el riesgo de recoger un discurso perfectamente aséptico destinado a un oyente en el cual no se confía, presentarse para la entrevista habiendo revestido la panoplia del intelectual.
Buscar el contacto
En las situaciones de interacción social las posiciones y las trayectorias sociales de los agentes están siempre presentes. A lo largo de la entrevista, la posibilidad de que se establezca la dominación del entrevistado sobre el entrevistador, o la dominación inversa en otras situaciones sociales es, desde luego, real. Los estudiantes, enfrentados al hecho de tener que hacer entrevistas a personas que ocupan posiciones elevadas en las jerarquías profesionales, han descrito y analizado bien sus dificultades para controlar la situación de entrevista (Chamboredon, Pavis, Surdez y Willemez, 1994). Pero, como lo señalan ellos mismos en una nota, la idea de buena entrevista
[...] se basa sobre una visión muy restrictiva [...], sobre todo, sobre aquella del principiante que busca una ''productividad'' inmediata del material y que no considera no poder controlar el desarrollo de la entrevista. Una entrevista que se juzga como pérdida podrá ser tanto mejor explotada cuanto que el investigador será más experimentado en el método (Chamboredon, et al., 1994: 124).
Nuestra propia preocupación no era controlar de cabo a rabo la interacción para lograr a toda costa las entrevistas. Por lo que no habríamos quedado conformes con una serie repetitiva de entrevistas que no harían sino reproducir el mismo discurso convenido porque lo entrevistados, desconfiados, se quedarían siempre en la reserva. Así en la encuesta sobre la caza con perros, debimos ganar la confianza de los cazadores para obtener algo más que una defensa destinada a los ecologistas ya que sospechaban, por un momento, que eramos sus representantes infiltrados tras la fachada del CNRS. Si tales discursos han podido ser utilizados, porque eran reveladores de la manera como los cazadores se representaban a sus adversarios, es decir, como ciudadanos que tenían uan representación abstracta e idílica de la naturaleza, ateniéndose a esas defensas se hubiese dejado en la sombra lo esencial, a saber, la lógica propia de la práctica, sus problemas y sus significaciones simbólicas. Toda entrevista aporta información, aunque esta se reduzaca a la constatación de la negación de hablar. Además, es necesario que los parámetros de la situación de entrevista sean lo suficientemente claros, por lo que esos silencios o esas palabras convenidas sean legibles como producto de una interacción específica teniendo en cuenta las representaciones que construye el entrevistado.
En realidad el esfuerzo del investigador debe ser prioritario sobre la necesidad de asumir su angustia, el ''estrés'', o incluso el miedo escénico, elementos que siempre están más o menos ligados a la realización de entrevistas, sea cual sea la edad y la experiencia en este dominio. Que el investigador esté en posición dominante o dominada, esto no cambia nada el malestar inherente a la situación en la que un desconocido reclama, en la entrevista, que quiere confiar los elementos de su biografía que no se le hubiera ocurrió jamás confiar a cualquiera. De igual modo, si las informaciones preguntadas, los discursos suscitados, no tienen necesariamente un carácter confidencial, siempre tienen una dimensión personal confinada a la confidencia. La relación a establecer es inhabitual, delicada y requiere siempre un esfuerzo específico en la toma de contacto, la explicitación del paso a seguir, de la necesaria persuasión, así como que el entrevistado siempre esté de acuerdo con hacer la entrevista.
Debe haber empatía, es decir, crear la posibilidad de un encuentro, de un intercambio de informaciones del uno y del otro, más allá de las palabras. De la manera como Patrick Pharo habla de la posibilidad de conceptualizar al otro, es decir de representárselo, de pensarlo, de imaginarlo.16 La entrevista supone un diálogo mínimo. Un embrión de comprensión mutua. Lo que no significa un acuerdo pero, al menos, un respeto de la palabra del otro. Ahora bien, la 'neutralidad' del investigador es un mito que tiene una larga vida, escribió Stéphane Beaud.
Por una parte, en situación de entrevista el sociólogo es invitado a menudo a dar su punto de vista, a veces a confirmar el punto de vista de su interlocutor. Lo más seguido, no puede evitar las diversas formas de exhortación de la investigación, dar su aprobación constituye, al menos en un primer momento, la única manera de conseguir el intercambio que funciona como un tipo de gasolina de la entrevista. El resorte de la entrevista reside justamente en la capacidad que tiene el investigador de encontrar los buenos ángulos de ataque, hasta a dar su acuerdo a propósitos que puede a veces chocarle como persona privada o como ciudadano (Beaud, 1996: 244).
No se trata de imitar diversas maneras los comportamientos, como el lenguaje del entrevistado, ni de ser muy tierno para evitar una ''metida de pata'', como lo subraya G. Mauger,17 sino de instaurar una relación desdramatizada en lo posible, en la que se puede establecer un intercambio corriente, cada quien sabiendo bien que la situación es excepcional, fuera de las relaciones habituales de la vida cotidiana, pero que puede establecerse gracias al interés aportado por el sociólogo a la experiencia que convida a relatar, gracias al placer, escaso, que el entrevistado puede tener al pensar en él mismo, a reflexionar en voz alta sobre su destino. La entrevista es un ejercicio muy exigente por el que se puede dejar que las representaciones del sentido común en una relación de respeto mutuo, construída en la investigación, que supone la manifestación de un mínimo de consideración por las maneras de hacer de aquel que va a ser sometido a la pregunta.
Lenguaje estereotipado
La deontología y valor heurístico de este tipo de investigación están ligados: es por la calidad de la relación que se puede esperar una cierta calidad de los relatos recogidos. Monique Pinçon–Charlot había realizado una entrevista con una madre fundadora y organizadora de un rallye18 chic y reputado sobre la plaza de Paris.19 Esta mujer, esposa de un rico industrial parisino, había indicado las modalidades sociales de la escogencia de los adolescentes llamados a componer el rallye. Ella había expuesto los valores morales y educativos que esperaba inculcar a los jóvenes así reagrupados a través de diferentes actividades que empleaba para organizar. Le parecía completamente justificado consagrar una parte importante de su tiempo, del cual ella disponía, ya que no tenía actividad profesional, a la socialización de esos adolescentes. Se mostraba positiva y entusiasta sobre esta actividad. Las otras madres, según ella, se comprometían con muy buena voluntad en esta actividad. Es así que ellas habían organizado y financiado la ''tarde de chicos'' que tuvo lugar en Chez Régine's.20
Hubo una cena y una velada fabulosa, cuenta Madame Servière. Con la demostración de danza, de rock acrobático. Los chicos recibieron fabulosamente a las chicas. Había una música del género de los Césars de Hollywood cuando las chicas descendieron las escaleras y los chicos las esperaban abajo en smoking. Tenía una pinta extraordinaria.
Incluso si Madame Servière no excluía una cierta fantasía de la vestimenta de esas dos chicas, miembros del rallye, precisaba con insistencia que, para ella, ''en la vida, lo bello es una motivación, toca esforzarse. Es más simple salir en jeans y chaqueta''.
Ahora bien, un realizador de una cadena de radio, después de haber leído el libro, desea consagrar una emisión a la juventud dorada y nos contacta para pedir ser presentado a las personas que habíamos entrevistado. Monique Pinçon– Charlot lo acompaña a la casa de Madame Servière, en su apartamento de quinientos metros cuadrados del XVIe arrondissement, para realizar una entrevista. El periodista y el técnico que lo acompañaba no juzgaron como algo útil cambiarse sus vestimentas habituales y estaban objetivamente en fuera de contexto en la inmensa sala amoblada al estilo Empire y desbordada de objetos de arte. La interlocutora pronunció un discurso que tenía todo el estilo de ajustarse a ese nuevo público, que parecía no saber donde estaba.
Mi rallye fue en efecto una mezcla total. Gente de todos los medios y de todas las confesiones, un reflejo del mundo y de nuestra sociedad. El rallye debe adaptarse a nuestra época, porque los rallyes son muchas veces ampulosos. Nosotros, al contrario, nos quisimos abrir al mundo. He encontrado mujeres que trabajan y que me han dicho: 'No tenemos dinero. Y yo les he respondido: '¿Qué importa? El dinero no es un criterio en la medida en que somos interesantes, inteligentes o entusiastas. ¡Esta nobleza de corazón y del sentimiento, no está reservada a una elite!'
El periodista le preguntó si ella estaría lista para recomenzar esta experiencia, Madame Servière se mostró desilusionada y poco coherente con respecto al contenido de su primera entrevista. ''Ustedes desean que yo les diga la verdad, pregunta. ¡Eso no sirve para nada! Es muy malo porque la juventud es muy ingrata. Y los rallyes están, al menos, un poco, pasados de moda, son los restos de las tradiciones. ¡Son un vestigio de nuestra sociedad!'' La socióloga estuvo sorprendida por ese cambio de registro, que pasó del entusiasmo a la desilusión en función del interlocutor. éste presentándose y percibido como un miembro de las clases medias intelectuales que trabajan en los medios de comunicación, ha recogido un mensaje ad hoc, conforme al desdén de las mundanidades que Madame Servière le prestaba de manera espontanea.
El esfuerzo por el vestido, el respeto de los usos y costumbres de los entrevistados, dominantes y dominados, no tiene como objetivo hacernos pasar por aquello que no somos. Es una marca de humildad, que dice que, al menos en una relación profesional de investigación, nosotros no nos sentimos autorizados a imponer las maneras de nuestro grupo de pertenencia.
Nosotros marcamos así nuestra buena voluntad de escucha y de atención, sin cometer la torpeza, y descortesía, de declarar desde el inicio, con la manera en la que nos presentamos al otro, que no adherimos a sus maneras de hacer. Es evidente que esta actitud no es específica de la población investigada aquí. Son válidas en todas las circunstancias. Así la corbata hubiera sido desplazada en las entrevistas llevadas a cabo entre las familias de moldeadores o fundidores en el Valle de Meuse. Por lo tanto, la finalidad del cuello abierto no era hacerse pasar por obrero metalúrgico. Es curioso que el discurso teórico–metodológico abstracto y desencarnado, que desarrolla largamente la idea que el discurso recogido y depende de la relación establecida en la situación de entrevista, no arroja ninguna consecuencia práctica cuando el momento de ir al grano ha llegado.
La presentación de la persona, ritual mágico
Por supuesto no se podría reducir toda interacción entre el entrevistador y el entrevistado a esta sola confrontación de las apariencias y de las presentaciones de la persona más inmediatas, es decir, a través del vestido y del comportamiento. Y los efectos de esta interacción no podrán reducirse a la producción del discurso del entrevistado. Así, las estrategias de la presentación de la persona, de la parte del entrevistador, conducen también a la conducta de precaución, de preservación de la persona, que tiene algo de ritual que permiten el paso del mundo trivial al mundo sagrado. Aunque fundado sobre la importancia acordada en la apariencia, el cuidado asegura una presentación de la persona tan favorable como parecido a algo que tiene que ver con un rito de iniciación, que apunta al intento de asegurar el éxito de una empresa arriesgada, así como el matador se encomienda y se viste con su traje de luces siguiendo un ceremonial que le asegura la protección de poderes ocultos. Esta zambullida en tierra ignota, para el sociólogo de orígenes modestos, no puede ser vivda sin una aprehensión del universo del cual se tiene dificultad para percibir los puntos de referencia, los límites que no se deben pasar. Así cada entrevista en los beaux quartiers, cada participación en una cena o en un coctel, cada invitación a un castillo fue objeto de rituales indumentarios que marcan la conciencia muy viva que nosotros debíamos tener para afrontar un mundo diferente de aquel en el que fuimos hechos. Hay una homología profunda entre los gestos que se volvieron hábitos para los cuales los atavíos ad hoc, y propicios, están reunidos como en el cuidado puesto por el cazador o el toreador al preparar y vestir su traje.
En estas situaciones, se va a tener que penetrar en un mundo. El prepararse exonera de un ritual en el que la repetición y el respeto apuntan a apartar el peligro. Y, también, a darse el coraje para afrontarlo: poco racional en apariencia, el ritual del entrevistador que se prepara para ir al terreno y que enarbola en su persona los signos de la buena voluntad y de la investigación del diálogo, tiene de hecho una virtud racional, aquella de permitir combinar la angustia inherente a este género de situación. Como el actor solo en su camerino, el investigador se recoge y se concentra, inquieto pero tranquilo por la conciencia de haberse preparado como lo debe hacer. Se podría, otra vez, hacer observaciones similares relativas a las investigaciones en otros medios. Todos los casos de entrevista son una prueba, a menudo para el entrevistado, y siempre para el entrevistador, que compromete su quehacer profesional y, de paso, una parte de su identidad.
El cara a cara
Espacios inusitados
Antes de vivir la situación de cara a cara característica de la entrevista, el sociólogo debe afrontar el barrio en el que reside la persona con la que tiene una cita en un paso de aproximación que comienza a persuadirle de las dificultades que tiene para penetrar en la intimidad de las familias de tan alta sociedad. El ambiente de las calles y el espacio de los edificios son, en sí mismos, una puesta en su lugar de aquel que no sabrá y no podrá residir en un ambiente tal. El mismo apartamento amplificaba el malestar nacido de la confrontación con un espacio cargado de sentido social. Amplio, un dejo solemne, siempre cómodo, acondicionado con lujo, resaltando las obras de arte, las colecciones raras, el apartamento es el joyero a la altura de sus existencias fuera de la norma común. La superficie del salón, donde el investigador es recibido, es suficiente para poner en evidencia la posición social del entrevistado, es verdad que el poder social siempre es el poder social sobre el espacio. La modestia del poder del sociólogo se hace sentir por el recordar implícito de la exigüidad de su propio ''sala–comedor'' y de la necesidad de compartir una oficina minúscula, a veces sin ventana, con uno de sus colegas. El derecho al espacio es, sin duda, uno de los privilegios sociales más discriminantes y, por ello, es uno en el cual el simbolismo es el más explicito porque significa un poder para tener distancia.
Por supuesto, de nuevo, esa relación con el espacio será vivida de manera muy diferente en función de los itinerarios y de los orígenes sociales. Los efectos de dominación serán más tenidos en cuenta por el investigador que las experiencias del mundo social que le han inculcado la necesidad de conocer su lugar propio, entonces limitado. Además, siempre en función de este origen, habría aprendido, más o menos, a controlar el uso del espacio, en particular, a administrar su cuerpo en una situación en la que es ofrecido en espectáculo, en representación. La gran sala burguesa exige un control de la puesta en escena de la persona que es muy desigual según la naturaleza de los aprendizajes precoces, virtuosidad corporal que no encuentra mucho cómo ejercerse en los espacios reducidos del hábitat popular, ni tampoco en los espacios apenas más amplios de las capas medias intelectuales. Y qué decir de los cocteles y otras recepciones en las que, de pie, el vaso o la tasa en la mano, se debe controlar el líquido inestable, el pequeño horno acrobáticamente puesto sobre la bandeja que acaba de pasar a su alcance, los movimientos de la gente que en todo instante arriesga derramar este precario equilibrio, participando encantadoramente de la conversación de la que se debe notar mentalmente los menores detalles. Este gimnasio corporal e intelectual se aprende, ciertamente, pero en la materia nada reemplaza las iniciaciones ofrecidas desde la infancia y la adolescencia, que evitan las torpezas, errores de acentos reveladores de un origen extranjero. Se trata de una verdadera puesta en escena del cuerpo, es decir, de una puesta en el espacio de los gestos y de los desplazamientos, teatro social donde la excelencia de los excelentes deja estupefacto.
Este valor simbólico del espacio es mucho más sensible en los beaux quartiers parisinos que los precios de la finca raíz alcanzan allí, lo que el sociólogo urbano no sabría desconocer. Pero no es tanto el valor del mercado de este hábitat excepcional que puede producir un efecto de dominación, como la combinación de este valor con el fuerte valor simbólico que nace de la evidencia de la importancia del capital familiar, forma particular del capital social. Galerías de retratos de familia, entre los cuales se encuentran antiguos cuadros de pintura dignos del Museo del Louvre; muebles antiguos, producto de la acumulación de las generaciones anteriores; fotos del castillo familiar colgado en un lugar privilegiado, como sería aquel de un ancestro glorioso o famoso. Este discreto lujo se impone, aún más, por el escaparate que no tiene precio, el tiempo, la duración de la pertenencia a las altas esferas de la sociedad, que por una exposición de distinguidos objetos.
El cuestionario cuestionado
El investigador está también en una posición dominada por el contenido del discurso que le es dado, cuyo carácter biográfico implica el discurso de prácticas que salen de lo común y, además, en un cuadro que confirma la posición dominante de la persona y de su medio. El lenguaje utilizado demuestra, en general, un sabio arte de la conversación, viene a manifestar la cualidad del interlocutor. Las condiciones están entonces reunidas para que se establezca una relación de encantamiento, llena de condescendencia, porque a pesar de todos los signos acumulados de la importancia social de la persona que lo recibe, el tiempo es precioso y contabilizado, incluso cuando esa persona no tiene una actividad profesional precisa, se concede un instante que, además, algunas veces, dura más de lo previsto. Uno es así llevado a participar, provisoriamente, de la magia de los lugares.
Además, ese escaso tiempo que ellos sacrifican sitúan al investigador en una posición de deudor, lo que viene además a reforzar la distancia entre el entrevistador y el entrevistado. Todos esos elementos concurren a fundar la originalidad de la situación de entrevista. Si Liliane Kandel tiene razón al subrayar la relación de deferencia que se establece a lo largo de la entrevista, pudiendo conducir a conductas de aquiescencia en razón de las diferencias de estatus entre investigador e investigado, caracterizadas por la ''dismetría en las posibilidades de iniciativa'' y ''la unilateralidad en el intercambio'' lo que conduce a una ''casi total ausencia de control posible del sujeto sobre la situación y sobre su interlocutor'', en el medio burgués la desigualdad de la situación es inversa. En la coyuntura cotidiana donde se encuentra en posición dominante, el investigador informa de buena gana al investigado sobre las finalidades de la investigación, su desarrollo, sus condiciones de publicación. Pero esta información es dada por el buen deseo del entrevistador. Aquí es el mismo entrevistado, en la mayoría de los casos, quien expresa el deseo de ser informado sobre los aspectos del trabajo al cual va a colaborar. En la situación inversa, donde el investigador está en posición dominante, ''el derecho a la palabra se ha convertido en una simple tarea de respuestas'' (Kandel, 1972: 38–39).
Inversión de la situación para el sociólogo abriéndose a las cimas de la sociedad, porque está cuestionado sobre las finalidades de su trabajo, sus condiciones de financiación, las estructuras en las cuales se inscriben... De ser quien hace las preguntas, pasa a ser quien está siendo cuestionado, nueva versión del ''arroseur arrosé''.21 Era muy prematuro poder comenzar una entrevista sin haber respondido algunas preguntas sobre el CNRS, sobre nuestro equipo, y sobre lo que hacíamos. Esto estuvo particularmente marcado en la investigación sobre la caza con perros durante la cual debimos responder frecuentemente a un sospechoso interrogatorio tendiente a verificar que no estábamos animados por malas intenciones contra la vénerie (caza), actitud ligada a la práctica de esta forma de caza. Para la investigación publicada bajo el título Grandes Fortunes, se debió también responder a las preguntas que algunas veces denotaban una cierta desconfianza. La intimidación cultural siempre está presente cuando el entrevistado es de un medio extraño al universo de la cultura ilustrada y no tiene espacio en esos medios privilegiados bien provistos, no solamente en capital cultural sino, también, dotados de otras formas de capitales que le permiten asumir con gran serenidad las situaciones de interacciones sociales más raras, como la situación de entrevista.
¿Un discurso controlado y pre–construido?
Una de las más grandes dificultades de la entrevista reside en su uso, en la manera de sacar las interpretaciones y los análisis. Es un método que se presta poco a una exposición rigurosa de las precauciones metodológicas, tanto en su puesta en obra sobre el terreno como en su explotación, luego de haber recogido los discurso de los entrevistados. Primero, en razón de las condiciones de su realización. La situación de entrevista no es fácil de manejar ni de controlar como lo acabamos de ver. Lo es porque hay dos agentes que tienden a controlar la situación de manera, a veces, competitiva. Se pueden dar algunos consejos técnicos sobre la utilización de las entrevistas y exponer las modalidades de los análisis de contenido. Los manuales metodológicos lo han hecho, muy bien, y no se repetirá aquí. En cambio, los textos metodológicos son, con frecuencia, muy discretos acerca de las condiciones reales de las investigaciones, y sobre las entrevistas. Este puede ser el modesto aporte de este texto que se apoya sobre una experiencia personal y trata de sacar algunas lecciones (Blanchet, 1985; 1991; Blanchet y Gotman, 1992).
La fluidez discursiva
En la situación de investigación con las familias de alta sociedad, la dificultad principal fue encontrar agentes que habían adquirido la técnica del control de la persona y del discurso en las situaciones de interacción. El gran burgués, más que cualquier otro, aprende en efecto, desde muy joven, a controlar su expresión y a no traicionar nunca su afectividad o sus pensamientos mientras que el análisis de la coyuntura tiende a mostrarle que es preferible ser cuidadoso. Este control de la situación de entrevista puede manifestarse por una cierta reserva en el contenido de lo que será entregado al investigador. Toda la investigación ha puesto en evidencia el problema de la discreción, la voluntad, inculcada por una educación muy estricta sobre ese punto, de no exponer sin vergüenza su fortuna, ni su cultura. Hay entonces un riesgo innegable de que una parte de lo que hace el carácter excepcional de sus existencias escape a la investigación, porque no estando espontáneamente develada por una persona muy preocupada en sorprender a su interlocutor. Que una cierta mala conciencia, más o menos sentida por la misma persona, que puede encontrar su principio en una fe cristiana, y que entonces es proclive a sentirse responsable de las desigualdades sociales de las que saca provecho, sea también el origen de esta discreción hace aún más delicado cernir la totalidad de un modo de vida y no dejar ningún aspecto pertinente en la sombra.
Frente a estas dificultades puede ser grande la tentación de renunciar a la entrevista o de minimizar los aportes que puede haber en este método. Así investigadores trabajando sobre políticos o altos funcionarios renuncian a la investigación, algunas veces, justificando esta decisión por razones epistemológicas, estimando que no podrán recoger sino un discurso educado para un uso público, un discurso, además, ya producido y reproducido en otras circunstancias por la prensa o por el común de los mortales. Las profesionales de la expresión oral, que son los políticos y los altos funcionarios, las familias de conversación brillante que son los hombres de alta sociedad, por ese hábito de hablar y de controlar sus discursos son interlocutores difíciles para el sociólogo.
La entrevista no es suficiente por sí misma
¿Deberíamos por lo tanto renunciar a entrevistarlos? Nuestra práctica de investigación responde a la evidencia de que no, se debe tender a justificar la confianza que nosotros ponemos, a pesar de todo, en esta técnica. Uno de nuestros argumentos principales reside en el trabajo de preparación de entrevistas que nos parece indispensable. Supone una considerable investigación documental. La entrevista no es más que un método entre otros y nunca lo hemos usado aisladamente. Al contrario, toda campaña de entrevistas ha estado precedida y acompañada por un trabajo de reconocimiento previo y de demarcación de la posición y los problemas de las personas que nos interrogan. Ya que el investigador no llega solamente con su marco de investigación, en el que la posición supone un esfuerzo de problematización y de construcción del objeto, sino también con un saber acumulado sobre la familia, los negocios, lo que poseen aquellos a quienes nos vamos a dirigir.
Este trabajo de reconocimiento es desgraciadamente desigual en función de las situaciones, de las familias y, por supuesto, de los medios si se piensa en otros universos sociales. En el Valle de la Meuse se debió resolver múltiples dificultades para establecer el árbol genealógico y las modalidades de inserción en el medio obrero local antes de cada entrevista, lo que permitía iniciar con un mínimo de puntos de referencia objetivos, recolectados en un mundo sistemático para todos los entrevistados.
Para el caso de las familias de la gran burguesía y de la nobleza, esta investigación genealógica puede ser realizada incluso antes de la entrevista, gracias a las numerosas selecciones y anuarios en los que están inventariados y descritos: selecciones genealógicas de las dinastías burguesas, anuarios de la nobleza, Bottin Mundain, Who's Who, anuarios de los círculos de las grande escuelas. Son instrumentos preciosos de trabajo que autorizan a objetivar las familias antes de contactarlas y, además, este trabajo sirve, algunas veces, para escogerlos. Se debe también citar las Memorias y selecciones de recuerdos, las obras consagradas a las grandes dinastías o a tal o cual institución. Este trabajo anterior a la situación de entrevista permite controlar el desfase que el entrevistador introdujo en su discurso en relación con la previa información reunida. Y es entonces posible mostrar que su discurso no puede transfigurar una cierta artificialidad de las cosas: a los propósitos lenitivos sobre los círculos que serán los lugares anodinos condenados a los inocentes juegos de cartas y a las habladurías de las damas, un recuerdo de la composición de esos círculos y de sus instancias de dirección es suficiente para poner en duda que tales personajes importantes pueden perder tanto tiempo en lo insignificante. Igual que un buen conocimiento previo de las controversias en las que la caza es el objeto, una lectura de los dossiers de la Sociedad Protectora de Animales (SPA) sobre la campaña por la prohibición de esta forma de caza, una consulta de textos y tratados zoófilos nos han permitido situar inmediatamente el discurso político sostenido por los cazadores como respuesta militante a militantes. Esta retórica que hemos podido encontrar en las publicaciones de la Sociedad de Caza (Société de Vénerie), por ejemplo, ha podido ser sobrepasada y nuestros interlocutores han hablado de su vivencia real de la caza y de las relaciones sociales que han entablado. Un conocimiento previo del contexto de un sujeto ayuda, así, a ahorrar mucho tiempo y a ir directamente a las experiencias personales de los agentes. Estos desarrollos factuales, a lo largo de la entrevista, autorizan a traer el discurso a un contenido menos convencional.
El investigador implicado
Ya que, al contrario, nosotros hemos experimentado la medida en que la pusilanimidad del investigador puede conducir a resultados decepcionantes, que construyen eufemismos sobre la realidad o callan toda una dimensión. Así, por una suerte de timidez social, para preservar también la posibilidad de proseguir un trabajo llevado a cabo en ese medio, hemos asegurado el anonimato de todos los entrevistados a lo largo de la primera investigación, publicada bajo el título Dans les beaux quartiers, aun en el caso de que el anonimato no haya sido reclamado. Sobre todo hemos sido muy prudentes en cuanto a las cuestiones que tocaban la composición de las fortunas. Es un tema que sólo abordamos en la última investigación, la cuarta llevada a cabo en ese medio. La entrevista compromete una relación interpersonal muy exigente y no es obvio abordar los temas que el investigador supone que son delicados, que están en riesgo de provocar crispación y un cierre en la relación. Dicho de otra manera, las dificultades no vienen exclusivamente de los entrevistados: también ocurre que la autocensura del entrevistador puede ser un freno para la productividad de este método.
La entrevista implica al investigador en una relación personal con su ''objeto'' que, de un momento a otro, se convierte de vuelta en sujeto. Es el objeto de la investigación que le habla y, a pesar de todos los bellos discursos sobre la objetivación, es difícil tratar ese objeto como una cosa. Incluso, si se trata en definitiva de un hecho social. Sin duda, es una de las razones de que existan pocas investigaciones que toman el riesgo de publicar los textos de las entrevistas con las preguntas y las nuevas preguntas del entrevistador. Esta práctica expone el trabajo sociológico que se está haciendo, la práctica de terreno que la fiel transcripción restituye bastante bien. La revista Actes de la recherche en sciences sociales,22 desde sus primeros números, se obligó a publicar tales transcripciones y entregar, de esta manera, materiales en bruto de la investigación. La Misère du monde es una especie de resultado final de esta tradición y este libro, a pesar de su tamaño, ha tenido un gran éxito, escaso para este género de publicación. Un éxito merecido en nuestra opinión porque los entrevistadores se libran a la mirada, al tiempo que dan a leer las palabras de los entrevistados. Hay una cierta valentía en este paso que ya no se protege más, detrás del protocolo de presentación de los resultados que ocultan todo el trabajo de relaciones sociales que sólo resulta de la realización de entrevistas. Tampoco faltaron las críticas (Mayer, 1995; Grunbergy y Schweisguth, 1996). Si algunas han tenido una relativa pertinencia en cuanto a los cánones habituales de la cientificidad, queda que esta publicación que marcó un momento de la investigación, postula un problema mayor de las ciencias sociales, a saber: la implicación existencial del sociólogo en su objeto.
La entrevista es sin duda el momento de la más fuerte imbricación del sujeto y del objeto de la investigación. No es sorprendente entonces que el costo psicológico de la entrevista sea tan elevado. Tomar contacto, obtener la aceptación de principio, encontrarse frente a la persona y manejar una relación que implica una cierta intimidad, porque no hay entrevista anodina para su sujeto, puesto que restituir el trabajo realizado en común y someter la interpretación a aquel que forma el objeto, todos esos pasos son difíciles, no son obvios, hacen que la sociología no sea una ciencia como otra. Hay disciplinas científicas que exigen que los investigadores que consagran a ellas tomen ciertos riesgos, pero son riesgos físicos, como por ejemplo en la investigación nuclear. Los riesgos controlables, que sobre todo, son dificultades segundarias de la investigación, no son más que molestias en el trabajo, que frenan el proceso de descubrimiento. En cambio, el sociólogo, como el etnólogo y algunos otros aventureros de la investigación en ciencia social, se exponen continuamente.
A la entrevista, porque confronta al investigador con su terreno, le dieron aquel mínimo de conocimiento personal y vivencia indispensable en el paso comprensivo. La entrevista es entonces una fase decisiva de la investigación, el contacto personal es una dimensión irremplazable de la investigación. Sin duda, es la razón por la cual muchos autores insistieron en la impregnación como modo de interpretación de los discursos recogidos. Se trata de transcribir, leer y releer las entrevistas de manera que se las apropia y tiende a compartir la experiencia social de quien habló (Michelat, 1975). De aquí también la importancia de la escritura en la restitución de aquello que ha sido librado y las observaciones. De aquí el interés de La misère du monde que, más allá de las faltas eventuales a los protocoles canónicos del camino metodológico controlado totalmente, señala esta evidencia frecuentemente negada: que no hay sociología posible sin sociologizar a los sociólogos, es decir, sin situarlos en relación con su objeto.
¿Un placer para el entrevistado?
Aún queda un misterio: aquel de la aceptación del principio de la entrevista por los entrevistados. Por cierto, en nuestro caso el proceso seguido, habiendo recurrido a una recomendación por parte de una persona cercana, tenía en sí mismo un efecto persuasivo. Esta recomendación fue una forma de compromiso y la persona solicitada se encontraba de cierta manera ligada por esta recomendación. Pero siempre hay pretextos de tiempo, de salud, de problemas personales que pueden permitir esquivar tal dificultad. Además, en muchos casos las entrevistas, cuyos inicios son algunas veces lentos y laboriosos, se terminan por la iniciativa del investigador, agotado por la atención y la tensión que le impone la situación. El investigado por el contrario, parece relajarse a lo largo del curso de la entrevista. En todo caso, y esto es válido en otros medios, hay una forma de placer al tomar el tiempo de contarse, de hablar de sí, de pensar sobre sus prácticas y algunas sobre su destino. Sin duda, como lo escribe Gérard Mauger, ''la entrevista (de carácter biográfico), puede tener también una función terapéutica cercana a la cura analítica por el trabajo de rememoración, de reconquista que implica'' (Mauger, 1995: 28). Pero se trata de la experiencia del investigado y no de la nuestra. No fueron escasas las situaciones en las que la entrevista se aprovechó para comenzar el trabajo, común en aquellas familias, de la redacción de Memorias, apoyándose sobre la grabación de la entrevista. He aquí una experiencia general, y que ya no es específica a nuestro medio: al final de la entrevista, un vínculo fue creado, tenue por cierto, pero que proviene del intercambio, como el escuchar atentamente que el investigador hubiera sido el contra–don apreciado del don de la palabra del investigado.
NOTAS
1 Nota del editor: CS agradece a la Presses Universitaires de France –Societé d'étition et de librairie– por concedernos el permiso para publicar este trabajo en nuestra revista. Igualmente, damos las gracias a Michel Pinçon y Monique Pinçon–Charlot por aceptar publicar su escrito con nosotros. El documento que publicamos aquí es la traducción, del francés al español, del capítulo 3 del libro Voyage en grande bourgeoisie que fue editado y publicado por Presses Universitaires de France (PUF) en el año 2006. El título original del capítulo de la obra de Michel Pinçon y Monique Pinçon–Charlot que aquí presentamos es: ''L'entretien et ses conditions spécifiques: le sociologue en position dominée, face–à–face, un discours maîtrisé et préconstruit?'', perteneciente a las páginas 27 a 54 de la edición señalada. La traducción es de Johanna Parra. Revisión final de Rafael Silva Vega.
2 Ver: Gérard Mauger, '' La situation d'enquête''. Informations sociales, No 47, 1995, pp. 24–31. El subtítulo explicita claramente el propósito: ''Lejos de reducirse a una empresa de recolección de informaciones, la situación de la investigación tiene lugar entre un observador y un observado. Pero el observado observa al observador. ¡Y observa también la observación a propósito de las estrategias adoptadas por cada uno!'' (Mauger, 1995 : 24). Gérard Mauger y Fabienne Pavis han releído el capítulo en su primera versión y nosotros les agradecemos por sus cometarios y críticas constructivas.
3 Ver: Georges Devereux (1977), uno de los temas abordados concierne ''la realidad y la importancia de las interacciones tanto consientes como inconscientes entre el observador y el sujeto''.
4 Ver: Lilian Kandel (1972). Más recientemente los autores de La Miseria del mundo han analizado a partir de entrevistas sobre el sufrimiento y la miseria la relación de fuerza que se crea a favor del investigador (Bourdieu, (1999). Ver también Mauger, (1991).
5 Estudiantes que preparan el concurso público para ingresar a la Escuela Normal Superior (école Normale Supérieure. ''Creada durante la Revolución Francesa para 'instruir en la enseñanza a los ciudadanos más hábiles' (Convención del año III de Brumario, 1794). Muy pronto, la école normale supérieure hospedó una investigación de élite. Durante la mitad del siglo XIX, Louis Pasteur condujo sus trabajos en sus muros. La école normale supérieure fue durante décadas el lugar por excelencia de la vida intelectual y científica francesa. Participó en todos los grandes debates de ideas que conoció la France moderna, desde la Affaire Dreyfus hasta los movimientos de los años 1930, desde la fundación de las ciencias humanas hasta la vanguardia de los años 1970. Formó a generaciones enteras de servidores del Estado, ministros y altos funcionarios, tales como Victor Duruy (L., 1830), Jean Jaurès (L., 1878), Léon Blum (L., 1890), o a Georges Pompidou (L., 1924).)''. Fuente: www.ens.fr Nota del traductor.
6 El Centre national de la recherche scientifique es un organismo público de investigación fundado en 1939. Con más de 34 000 personas (25 630 titulares – 11 450 investigadores y 14 180 ingenieros, técnicos y administrativos), un presupuesto de 3,3 mil millones de euros para 2012, de los cuales 784 millones de euros de recursos propios, una implantación sobre el territorio nacional, el CNRS ejerce su actividad en todos los campos del conocimiento, apoyándose en más de 1100 unidades de investigación y de servicio. Fuente: www.cnrs.fr. NdT
7 Publicado por primera vez en 1903, el Bottin Mondain (Directorio Mundano) reunía en su lista mundana12 000 familias exclusivamente parisinas, seleccionadas por el Anuario del Comercio sobre criterios de prestigio social, prestigio del apellido o de la función. Fue además, el primer directorio telefónico que censaba a todos los abonados ''al cable'' (Fuente: www.bottin–mondain.fr).
8 Para efectos de esta traducción, se usa las palabras de los autores, a pesar de cierta ambigüedad entre el concepto marxista de burguesía y el concepto etnológico usado en el texto (NdT).
9 Jean–Claude chamboredon y Madelaine Lemaire, ''Proximité spatiale et distance sociale. Les grands ensembles et leurs peuplement'', Revue française de sociologie, 11 (1), 1970, 3–33.
10 Michel Pincon, Cohabiter, op. cit.
11 A partir de elementos aparentemente anodinos y tomados de lo cotidiano, Erving Goffman propone análisis del trabajo de reprensentación, el agente social considerado como un actor que actúa con el proyecto de moldear su imagen en función de lo que supone que son sus intereses y las expetactivas y criterios de los agentes con los que interactúa.
12 Pierre Bourdieu cita Question de méthode de Jean–Paul Sartre, y añade que en consecuencia no es indiferente '' de tomar como objeto a las clases dominantes o clasificarlas como dominadas (si bien una investigación es posible definirse con tales objetos preconstruidos)'' (Bourdieu, 1972).
13 Los beaux quartiers son aquellos barrios de la alta aristocracia y de la alta burguesía parisina, situados entre el límite occidental del Quartier Latin, y Neully–sur–Seine, esto es, entre el 6ème, 7ème, 8ème, 17ème (parte sur–occidental), el 16ème y el peri–urbano occidental (Neuilly, Auteuil, Poissy). En estos espacios parisinos viven aquellas aristocracias antiguas y aquellas altas burguesías antiguas francesas que estos sociólogos han investigado (NdT).
14 Carrera hípica de la alta sociedad parisina : http://www.prix–de–diane.com/ (NdT)
15 La vénerie, o '' chasse à courre '' o también designada por ''chasse à courre, à cor et à cri'', es un modo de caza ancestral que consiste en perseguir un animal salvajes (tradicionalmente un siervo, jabalír, un zorro o liebre) con un grupo de perros. Se distingue de la caza a tiro porque sólo los perros cazan gracias a su olfato e instinto predador natural. El rol del hombre consiste en controlar los perros.
16 ''Representarse no es ponerse corporalmente en el lugar de la persona. Ya que ¿cómo se podría cambiar la piel o su propio cuerpo con el de otro? La representación tiene lugar más bien a partir de ciertas inferencias imaginativas que organizan la comprensión de los hechos'' (Pharo, 1996: 142).
17 ''El primer error de esas técnicas de neutralización es evidentemente el peligro permanente de la 'metida de pata', capaz de volatilizar en un segundo los esfuerzos realizados por reducir la distancia social entre el entrevistador y el entrevistado'' (Mauger, 1991: 128).
18 Un '' rallye '' es una tradición de fiestas para jóvenes organizadas por las madres con el fin de propiciar encuentros de parejas que a largo plazo contraigan matrimonio. Es una práctica endogámica. (NdT)
19 Ver el capítulo 10 de Dans les beaux quartiers, '' Les rallyes ou la mise en ordre du hasard des rencontres amoureuses ''. Se trata de Madame Servière.
20 Lugar mítico de encuentro desde los años setenta, a dos pasos de los Champs–Elysées. http://www. groupe–haussmann.com/page.php?a=regines
21 Literalmente esta expresión puede ser traducida como: ''regar a quien riega'', como quien dice ''los pájaros tirandole a las escopetas'' (nota del traductor).
22 Fundada en 1975 por Pierre Bourdieu y un grupo de investigadores del Centro de sociología europea, Actes de le recherche en sciences sociales reúne la producción de una amplia red internacional de investigadores. La revista publica los resultados de investigaciones, terminadas o en curso, en sociología y en las disciplinas vecinas (historia social, sociolingüística, economía política, etc.). (Fuente: http://www.arss.fr/presentation/)
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